La caída de la hoja está asociada en Italia a mucha de sus tradiciones. En este espacio otoñal que precede al invierno el paisaje es de enorme belleza, de extraordinario colorido. Ocre, pardo, rojizo. Conjución cuasi perfecta que adquiere mayor intensidad cuando los días son soleados. En el Piamonte, región del noreste italiano, comienza la temporada del tartufo bianco. Cerca de Alba, en el castillo de Grinzane Cavour, que data del siglo XI, se celebra en estos días la feria de la trufa blanca, a cuya subasta acuden culinarios de todo el mundo. Esta trufa de impresionate aroma es el condimento más exquisito de la cocina italiana. También uno de los productos mejor apreciado por los más acreditados restauradores. Y el más caro de todos. Manjar de ricos, pero fundamentalmente de entendedores, la trufa blanca es el cuerpo de un hongo que desarrolla su ciclo bajo tierra, a pie de árbol, en lugares boscosos. Encinas, álamos, robles, avellanos. Sólo se encuentra en parajes muy concretos de Italia, aunque también en los Balcanes occidentales. Siempre al olfato de perros adiestrados. Un kilo de trufa blanca ronda entre los 3.000-4.000 euros, tirando para arriba. En la subasta de Grinzane Cavour, que suele ser emitida por televisión para diferentes paises, se pagó en 2007 por una trufa blanca de aproximadamente 1 kilo 800 gramos la cantidad de 143.000 euros. Al contrario que la trufa negra, o de Périgord, la blanca no es cultivable, lo que junto a su escasez e impresionante aroma la convierten en artículo de lujo. En diamante de la cocina, como le llaman. Yo la he probado en cuatro ocasiones, siempre sobre pastas, aunque dicen los entendidos que es igualmente exquisita sobre arroces (risottos). Lo hice ante la atenta mirada de amigos cocineros, que no por eso tuve que soltar 50 euros mínimo por plato. Y casi como favor. En Madrid con Andrea Tumbarello, propietario del ristorante Don Giovanni, y en Roma con Fortunato Baldassarri, el gran restaurador del Pantheon. Tanto uno como otro sostienen la trufa con la mano izquierda, la colocan sobre el plato y, con un pequeño laminador en la derecha, comienzan a distribuirla en pétalos haciendo círculos sobre la pasta, por los general tagliateles, que son lo mismo que fetuccines. El sabor es excelente.
La temporada de la trufa blanca coincide con la recolección de la castaña, fruto otoñal muy unido a las tradiciones culinarias de Italia. En las regiones del norte se suele celebrar por estas fechas la Sagra di marrone, de forma muy popular en el Trentino-Alto Adige, el valle de Aosta, el propio Piamonte, o ya hacia el centro del país, Emilia Romagna, la Toscana y el Lazio. Fue en Trento, localidad alpina cercana a Austria, donde conocí hace ya algunos años las celebraciones en torno a la castaña, que en época del medievo convertían en harina para fabricar pan. En compañía de mi anfitrión entonces, el periodista trentino Paolo Magagnoti, acudí a varios merenderos a degustar castañas con grappa, que es un aguardiente de alta graduación que se obtiene del bagazo resultante de la pisa de la uva. Con este mismo bagazo, compuesto por semillas, hojuelas y cabos de racimos, se embadurnan algunos quesos en Italia, de forma similar a como se hace aquí en España con la manteca blanca de cerdo, el romero, el aceite de oliva, el pimentón o las hojas de arce o pláganos con las que se envolvían los cabrales. La castaña está muy presente en la cocina italiana, fundamentalmente en la repostería. El dulce típico de la Toscana es el castagnaccio, elaborado con harina de castaña, pasas, piñones, aceite de oliva y plantas aromáticas. Las polentas -gachas o poleás– constituyen también un plato tradicional del norte de Italia, que se les apellida biancas cuando están hechas con castaña molida. Y en el valle de Aosta acompañan a sus embutidos además de ser ingrediente de sus sopas. Las castañas han sido en Italia alimento de montaña, a falta del trigo o cuando aún no se conocía el maiz y la patata, que llegaron a Europa tras el Descubrimiento. Las legiones romanas ya la utilizaban en Hispania como alimento con el nombre de bullote (harina de castaña), al igual que muchos siglos después lo hicieran los partigianos italianos que operaban en las montañas durante la Segunda Guerra.
Este otoño italiano de trufas y castañas quedaría incompleto sin asociarlo con el vino nuevo. Que en Italia, al igual que en otros paises, llega por San Martín, el 11 de noviembre, cuando se abren las botas que permiten que corran los primeros caldos extraídos de la última vendimia. San Martín de Tours era un soldado húngaro de la Guardia Imperial romana (siglo IV) que residió en Pavía y que la Iglesia Católica incluyó en el santoral por sus caridades y penitencias. Pese a que se trata de un santo muy disputado por los paises donde anduvo -murió en Francia-, los italianos lo toman también como suyo por ser hijo de romano del norte. Es el mismo santo de las matanzas españolas. De ahí que a cada cerdo le llega su San Martín. Pero en Italia este soldado que fue investido obispo marca la fiesta del vino nuevo, o novello, especialmente en el Veneto, la Toscana, el Piamonte y el Trentino. O en la propia Roma, que escenifica su fiesta en Campo de Fiori. Ya en el ocaso del otoño, que los italianos despiden alrededor del 22 de noviembre, por Santa Cecilia, noble romana que fue martirizada en los primeros siglos por abrazar el cristianismo. Patrona de los músicos. De algunos poetas. Y compañera de Santa Lucía en la protección de invidentes. Es justo cuando las calles de las principales ciudades de Italia reciben aromas de castañas asadas, en las casas se gastan las primeras botellas del nuevo vino y en Roma, junto al Pantheon, Fortunato Baldassarri va y viene por sus comedores, que son galerías de recuerdos fotográficos. Con su laminador de tartufo bianco. Atendiendo a ministros recien llegados del Palazzo Chigi, a diputados del Palazzo Montecitorio y a algún que otro elegante cardenal despistado que ha preferido cambiar los fettucines caseros de La Sagrestía –la de la vecina via del Seminario– por los de aquí. Y que le sabrán a gloria. Pero los 50 euros mínimo en la comanda no se los quita ni el mismísimo Todopoderoso.
Si pudiera en este mismo momento estaria haciendo la reserva para irme a Italia a sentarme al lado de de algun cardenal y saborear esos fettucines coronados con tartufo blanco y una buena botella del nuevo vino, Queeeee gozada.
Hace poco ví la magnífica exposición que sobre Andrea Palladio hay en Caixa Forum. Desde entonces llevo éstos días tocada por una añoranza italiana. Tanto es así, que me baje de internet unos videos sobre la Toscana y el Venneto y que envié a mi hermano para “rememorar” juntos, aunque en la distancia, esas ciudades, paisajes, sonidos…dónde nacieron y vivieron nuestros abuelos. No te puedes imaginar la sorpresa al abrir tú Blog y leer:
“Otoño en Italia”. Las casualidades no existen, pero…qué ilusión!!! era el complemento perfecto para ésta dulce nostalgia otoñal. Ahora también repleta de sabores y olores de la niñez, cómo cuando ayudaba a la Nonna a preparar los Tagliatelle al Doppio Burro, a picar “piccolo, piccolo” la verdura para el Risotto o a batir a punto de nieve los huevos para el Sabaglione…Lo qué más le gustaba eran los Marrón Glaçe, ahora lo entiendo, era Veneciana! En éste momento estaba haciendo la maleta para ir mañana a Madrid pero si fuera posible haría lo mismo que dice Paz. en su comentario. Gracias por transportarme mentalmente, Fernando, in questo Autunno sentimentale.
Ciertamente paladear la trufa blanca en sus múltiples formas de cocinarla es pasearse un ratito por la Gloria. Y no solo se puede combinar con pastas y arroces, también recomiento la salsa de trufa blanca con colmenillas secas, las tostadas de trufa de verano con enokis o incluso las ostras con trufa blanca. Efectivamente, siendo esta extraordinaria trufa originaria de Alba, (Piamonte) recogida por los “tabuy”, perritos muy listo que se dedican a olfatearla, no solo puede apreciarse culinariamente en Italia. Y para el que le pille un poco lejos acercarse a visitar a los romanos, he oido que se recomienda pasar por Madrid, a una antigua casona de más de cien años llamada, apropiadamente, “La trufa blanca”, y saborearla en su máximo esplendor. Este restaurante esta en el centro de la capital, muy cerca del Museo Princesa Sofia, dicen que muy romántico y donde los huevos revueltos con trufa blanca y un buen Ribera del Duero, hace la delicia de sus comensales. En fin, ¡qué pena que me encuentre un poco lejos de Madrid, pues de lo contrario este fin de semana probaría este lugar tan tentador.!
De todos los países que he tenido la oportunidad de viajar, Italia es mi preferido, tiene una magia y un encanto que me atrapó cuando la visite por primera vez, y cada vez que tengo la oportunidad de volver, me enamora más.
Lo que me gusta del otoño en Italia, es porque su clima es muy parecido al de la primavera. En el norte a principios de otoño se suelen tener temperaturas bastante agradables e incluso calurosas. Hacia finales de otoño se empieza a notar un cambio, con un temperaturas bastante frescas, y bastante frío hacia finales de otoño. La niebla se deja ver con cierta frecuencia, lo que provoca que la sensación de frío aumente y en las que quedan situadas en el centro de la península su otoño es suave incluso al comienzo es un poco caluroso.
Así que Italia en Otoño su clima es agradable e invito a que la conozcáis.
Estupendo post sobre un país maravilloso, que tiene otra realidad más allá de la que nos cuenta Roberto Saviano o nos transmiten políticos como Berlusconi.
Se acaban de poner en marcha todos mis sentidos, principalmente el del gusto, uno de los que más satisfacciones nos proporciona.
Italia de norte a sur se caracteriza por la variedad de su comida , cuidan mucho la calidad del producto, resulta sencillamente suculenta, no hay que olvidar sus quesos, sus vinos y el homenaje final un buen helado artesanal.
Además de los sentidos, has despertado un lugar que tenía guardado en la memoria, desde hace muchos años. Era otoño llegue a Fiumiccino Aeropuerto sobre las 9 de la noche, alguien me esperaba en el aeropuerto y me tenía preparada una bonita sorpresa, nos dirigimos a un pueblecito de la provincia de Viterbo llamado Sutri, era de noche y hacía mucho frió, llegamos a un restaurante sencillo en el centro del pueblo del que no recuerdo su nombre, allí me dieron la mejor sopa de setas que yo he comido en mi larga vida, nunca olvidaré aquel sabor y la sensación que me produjo.
Por la mañana, el paisaje, los colores, el aire fresco, son exactamente como tu los has descrito. Una belleza¡¡¡¡
Del otoño, y como no, tambien de Italia, empezaríamos a hablar y no acabaríamos. A mí por una parte el otoño me da mucha rabia porque indica el final del verano, y se acaba la luz, el calor del sol, los baños de mar, las vacaciones, el estar más despierto…pero por otra parte me gustan el cambio de color de las hojas, el ir a buscar setas, pasear por los hayedos pisando las hojas, el quedarse más en casa, calentito comiendo castañas y panellets…O sea que a pesar de la nostalgia que me invade, el otoño tambien tiene su parte buena. Ah, y os recomiendo un poco de trufa blanca encima de unos huevos fritos con puntillas. Pura delicia.
Oh!!!! Itália. He tenido el placer de ver esos colores de otoño y la verdad es q tengo un buen recuerdo de la Toscana. Entre que me gusta el vino, la buena comida y los paisajes….. Me voy para Itália jajajaja
es innegable que con tus articulos aparte del disfrute literario, se puede aplicar aquello de nunca te iras a la cama sin saber una cosa mas …..
ahora se porque he probado tantas veces la trufa negra, y nunca la blanca. benditas tus cuatro ocasiones.
Mamma mia!
Vaya combinación: Otoño y trufa blanca!
50 euros? Science fiction?
Ni el propio Dante Alighieri se atrevió a describir el cielo con las exquisiteses con las que acaricias un recorrido que va del “vivire, sentire, mangiare, morire…Di piacere! “Chiaro…
Llevo a la “Bellíssima Italia ” en el alma.
O sole mio… dell´ Estate, dell´Autunno, delI´Inverno, della Primavera.
Tu post es un canto al Mediterráneo, a la vida.
Una evocación maravillosa que ilumina con promesas
los dorados, los ocres y los rojizos del Otoño.
Grazie mille, signore.
Como un sibarita he gozado tu otoño con sus dorados colores y su tan especial olor a humedad. Ademas añades la delicia de la trufa blanca cortadita como petalos de flor cayendo en aquel plato de pasta en un lugar muy especial con un buen vino y para acabar las deliciosas castañas. Cuantos placeres juntos y que afortunado en haberlo vivido y que afortunada en que lo compartas conmigo, gracias
¡ Se me hace la boca agua ¡ … Creo que ya que no puedo ir a Italia de momento, voy a ir a la Boqueria y compraré un surtidito de setas para hacerlas salteadas con ajito y perejil .
Todavía puedo recordar el olor y el gran placer que me produjo comer esos fettucines con la trufa blanca rallada en el mismo momento como tú lo describes..fue hace algunos años ..y en esto me gustaría contar con tu memoria porque no me acuerdo del nombre del restaurante de Roma donde los degusté y en verdad que jamas he comido una pasta como aquella, tan simple y a la vez tan llena de sabor.. me llevarón unos amigos italianos ..solo recuerdo que el ambiente era un poco bohemio, según me contarón allí se reunian actores, ecritores..periodistas…. su decorado me recordaba al café de la opera.. de aquellos en los que al traspasar la puerta cambias de decorado y retrocedes a una epoca donde lo sencillo y el reunirse en torno a una mesa con los amigos a degustar una buena comida era todo un placer
Para Rosa Collado
Tal como describes el restaurante de Roma al que te llevarón tus amigos, casi me atrevería a decir que es , Fortunato al Pantheon. Si tienes ocasión de hablar con los amigos que te llevarón y te lo confirman ó de lo contario si no fuera este y te dan el nombre, nos lo dices y todos te lo agradeceremos.
Hace años que visite varias veces Italia, pues mi pareja de entonces era y es italiano, disfrute del pais de su gastronomia y de sus gentes, un verdadero placer.
Con tu descripción me has hecho recordar los dias fantásticos que pase y los momentos indescriptibles que aun estan en mi memoria.
Está claro que no hay reyes en el regodeo del paladar. A pesar de que estamos condicionados por nuestros gustos personales determinados por el hábito y la genética, lo que nos lleva a preferir una u otra cocinas, la vasca, la francesa, la catalana, la italiana, la andaluza… (¡nadie dice nunca la inglesa menos los ingleses!), no puedo por menos que abrir un ojo y estirar una oreja para asimilar las posibilidades que hoy, a la maldita hora de antes de comer, han despertados mis más bajos y peores instintos.
Sí que es bellísimo el otoño. Pero delante de una buena mesa lo es más. Aprendido con los años.
A partir de ahora tendré que admitir que no he tenido suerte en mis contactos con la cocina italiana y que procede probar de nuevo. Adiós. Me voy a comer.
Con tus artículos nos has convertido en ciudadanos del mundo. Vamos de lado a lado del mapa, que gracias a ti conocemos o recordamos. Ahora es Italia en otoño. Italia es perfecta siempre e inagotable para escarbar en escarbar en ella, sobretodo en arte y cultura. Las tradiciones y la gastronomía son fuentes idóneas para conocer su idiosincrasia. Me ha gustado la alusión de la trufa blanca. De tu exhaustiva enumeración de productos, vinos, pasteles…me he quedado pensando en esta exquisita trufa blanca. Es un hongo hipogeo -está bajo tierra- de ahí los perros adiestrados para husmear el terreno. Aquí le llamamos trufa, que es una adaptación del “tartufo italiano”. origen de la palabra. Además de sabrosa, es un término que ha triunfado en el campo de la literatura. Molière escribió una obra que tituló “Tartufo”. Era el nombre de su personaje principal, caracterizado como un ser hipócrita, con dos caras; especialmente que actúa solapadamente, a escondidas, que no da la cara…moralmente subterráneo, como el tartufo, cuyo hábitat está bajo tierra. ¡Cuánta grandeza en ese “ser” diminuto! ¡Y cuánta habilidad la del que ha sabido hallarlo!
Narración exquisita sobre las excelencias italianas otoñales, pero permíteme que disienta, querido Fernando.
Primero, en cuanto a las trufas, tuve ocasión de probarlas de todas formas y maneras posibles en la restringida degustación que anualmente se celebra en Roma con motivo de la subasta en Sotheby,s de la trufa blanca, el “oro blanco” más grande de Italia. Ciertamente estaban ricos algunos platos, casi todos a base de pasta, otros menos y lo que ya me resultó intolerable es el precio que adquirió el hongo subterráneo: 258.889 euros por una de kilo y medio. Ningún plato probado merecía pagar la cuota correspondiente. Tiene que haber un equilibrio, una moral también en el consumo, lejos de excentricidades e histrionismos.
Al fin y al cabo “el misterio de la trufa “es el perfume, el aroma sublime que nunca ha sido descrito adecuadamente porque es difícil hasta compararlos con otros olores”, me dijo el gastrónomo Augusto Tocci. Es cuestión olores y de sabores, ni siquiera llega alcanzar la polémica de las carísimas angulas en las que el buen gourmet sabe detectar la incipiente columna vertebral de la pobre cria de la anguila, pero la masca, “se come”.
En cuanto a la gastronomía italiana, he podido comprobar que aparte de que los italianos se venden como nadie y que el “made in Italy” es equivalente a calidad dentro de sus fronteras, su comida es muy primitiva y se basa en tres productos: la pasta, el tomate y la mozzarella.
Los guisos para su padre, la coda a la vaccinara nada tiene que ver con nuestro rabo de toro y la trippa, menos con nuestros callos.
Los quesos y los vinos, son una cuestión para hablar con más detalle, pero “el guiso” , el de cuchara, it doesn,t exist. so pena de meterte entre pecho y espalda unas alubias con la omnipresente pasta.
Del pescado, su precio y su textura mejor ni hablo.
Y en cuanto al otoño, me quedo con el de Vermont.
Gracias Fernando, por describir con tantos detalles las tradiciones de mi tierra en esta epoca. Esta cocina tan exquisita nos permite recuperar una imagen positiva de Italia y olvidar la que ofrece cada dia al mundo el gobierno del señor Berlusconi!
Roma… Mi anhelo diario de volver se me presenta en cada instante de mi vida… La comida, el vino, su gente, su historia, monumentos, maravillosa ciudad donde las haya… Quizás de las que he visitado por Italia es la que más me llena, la más completa, la idónea para cualquier escapada, ya sea de relax, cultura, o simplemente por el mero hecho de disfrutar…
Si a este anhelado sueño le unes el maravilloso olor y sabor de una buena trufa blanca, en todas sus modalidades de cocina creo que es uno de los momentos que cualquier persona debería vivir…
De mi viaje a Roma me quedo quizás, enlazando con tu post, con esas maravillosas comidas en los típicos bares romanos, los visitados por los autóctonos y no lleno de turistas, en los que los platos típicos son un lujo para el paladar. En uno de ellos tuve la ocasión de comer trufa blanca… Inolvidable…
Gracias Fernando por trasladarme en estos momentos a esa ciudad que tanto amo y tanto me ha dado. Un saludo
Mmmmmm, me encanta el otoño porque me encantan las castañas asadas.Antes incluso de que lleguen los primeros días de temperaturas por debajo de los 25 grados y de que empecemos a pisar charcos en la calle, ahora tan odiados para mi (pero no hace tanto tan apreciados por mi pandilla de amigos con los que jugaba en las calles de Bollullos), ante de todo, me acuerdo del las castañas asadas, de cuando estaba en el Instituto y todas las noches salia a la plaza que hay frente a mi casa para despejar la mente antes de cenar y me recibia la calidez del olor de las castañas asadas del puesto que aún hay frente a la puerta de mi casa. Esperaba ese momento cada tarde con ansia: salia de mi casa con un euro en la mano y el vendedor me preparaba el cartucho en el cabían diez castañas; el vendedor nunca las contaba pero siempre había 10 castañas… en fin, era uno de mis momentos de felicidad en aquellos dias en los que, gracias a mis padres, mi única preocupación era aprobar los exámenes del Instituto. MMMM que rica las castañas asadas!!!!!, en cuanto salga del trabajo, voy a por cartucho que creo que en Huelva ya las venden en la calle.
Tu post nos realiza un recorrido por todo aquello que caracteriza al otoño del Piamonte. Productos como la castaña o la trufa blanca que son capaces de marcar el paso del tiempo con su proceso de recoleccción. No obstante, cabe recordar como nuestra provincia de Huelva tiene asociados estos ritos gastronómicos a la entrada en el otoño. Y localidades como El Almendro se han hecho famosas por poseer la trufa blanca, más conocida como ‘turma’, y que se puede obtener con una simple visita a la Sierra sin tener que pagar como si fuera un manjar de dioses.
Italia no deja de resultarnos un país increíblemente bello a pesar de la familiaridad que puede respirarse en sus costumbres, sus paisajes, su clima, su gente… tan parecida a España. Quizás, el motivo se deba a esa magnificencia que siempre han desprendido sus colosales monumentos o al glamour del que hace gala la moda italiana en todos sus ámbitos. Y ese plus de fascinación es el que parece haberse transmitido a su gastronomía.
Reconozco no haber probado las trufas blancas, un manjar que, a buen seguro, conseguiría conquistarme al instante. Para mí la gastronomía resulta una de los mayores placeres de este mundo. Como decía mi admirado Juan Echanove ‘la comida es el único placer que puede degustarse cuatro veces todos los días’. Pero me parece enormemente desorbitado pagar esos astronómicos precios por unos gramos de manjar. Como ha comentado Ismael, más cerca de lo que pensamos podemos disfrutar de auténticas delicias a precios que, a mi entender, se corresponden a un coste razonable para un condimento.
En cualquier caso, resulta sorprendente la capacidad de Orgambides para transportarnos a esos bellos lugares a los que tiene ocasión de visitar con frecuencia para que así tengamos la oportunidad de conocer, profundamente, costumbres y anécdotas que nos acercan esos rincones hasta límites insospechados…
despropósitos hay en todas partes, estimada paisana Carmen Postigo.
la cadena de supermercados Super Amara de Donosti pagó el año pasado 12.000 euros por medio queso de oveja latxa de Ordizia del caserío de Musitxa de Elgoibar, propiedad del pastor Jesús Ansola Juaristi, que es un fenómeno en esto de ganar premios.
así que en todas partes cuecen habas.
Que delicia debe ser la trufa blanca pero en otros paises tambien hay cosas que son muy exquisitas yo soy boliviana de la ciudad de La Paz donde hay un plato tipico que se llama plato paceño que consta de maiz patata habas carne y queso frito con su picante y los pateles de queso con api que se hace con harina de maiz morado y muchas otras cosas que te gustaria probarlos Fernando te gustaria mucho conocer mi pais y su cultura su paisaje.
….. y que me dices del restaurante de Ribadesella, Casa Trista de Toriello, que pagó hace dos años 4.200 euros por una pieza de tres kilos de queso cabrales en el concurso de Asturias.
O el Bocamar, que está también en Ribadesella, que se hizo el año pasado con el Campanu por 14.500 euros, a 2.900 el kilo en bruto porque el salmón pesaba cinco kilos.
Gracias por ese excursus y para haberme hecho recordar las delicias de mi pais!
Para C.A.Z, mi querido paisano o paisana
Me da lo mismo si pagan cifras astronómicas por el queso, por el caviar, por las angulas o por la trufa, mamones hay en todas partes como tú bien dices, pero me sigue pareciendo indecente las cotas de cursilería, afección y ostentación que estamos alcanzado, cuando la mitad del planeta se está muriendo de hambre. Es pecado!. En cuanto al casero millonario deberías contarnos su historia, no por millonario, sino como “especialista ganador de premios”. Saludos afectuosos Carmen
Soy Italiana vivo en España desde hace 8 años y no sabes la
alegría que me da leer un artículo tan bello de mi querido país ,escrito por un periodista español.
Nací en un pueblecito de la Toscana, Castagneto Carducci ,cada año en otoño siento añoranza de mi tierra, de mi familia, de mis amigos, de mis sabores, de mis campos de mi tierra de sus colores y sus olores. ¿ Será la nostalgia otoñal ?
Has descrito mis campos, mi tierra, el paisaje tal y como lo llevo en el alma.
Y mis sabores ? Si, es cierto, tenemos buenos tomates y mejor mozzarela. Pero habéis probado alguna vez la zuppa di pesce, la flor de calabaza rellena de queso ó anchoa, el coniglio a la cacciatora, la sopa de funghi, le puntarelle a le acciughe, la melanzane a la parmigiana, la pastiera… no acabaría con platos tradicionales que se pueden degustar de norte a sur .
En España me siento como en casa y disfruto mucho comiendo sus guisos, si hay algo a lo que no me puedo resistir , es a unas buenas fabes y la tortilla de Casa Hortensia, en Madrid .
Gracias Fernando, hoy me has hecho feliz, por el homenaje que siento le has brindado a mi país y por poder disfrutar del tuyo.
Yo también he pagado casi 50 euros por unos fetuccine con trufa blanca, posiblemente ha sido y será mi única vez y no me arrepiento, placer de dioses. Es cierto que en el mundo hay millones de personas que mueren de hambre, pero tampoco creo no consumiendo artículos de lujo (aunque en mi caso sea posiblemente la única vez) lo vayamos a solucionar, mas bien creo que alrededor de estos artículos, su recolección, comercialización, distribución, consumo, crean empleo para mucha gente.
Al ser alérgico a las setas u hongos no puedo opinar sobre su exquisitez. No puedo decir si pagaria el alto precio en que la trufa blanca está en el mercado; si puedo decir que me encantan los percebes, que no compro por su alto precio.
Nunca he probado la trufa blanca pero no me importaría, no señor…
He oído hablar, en más de una ocasión, de este capricho de la naturaleza, un humilde hongo que se eleva a la categoría de “oro blanco”, que elige el dónde y el cuándo para su particular crecer bajo tierra, que no se deja clonar y que se convierte en la niña de los ojos de su dueño porque, indefectiblemente, pierde su frescura –que es lo mismo que decir, se muere…- al cabo de pocos días. Y su aroma… quien hablaba ponía el acento, siempre, en el olor, ése del que se impregnaban pasta o arroces con sólo el roce de unas cuantas lágrimas de trufa.
Parecidas a los pétalos de tartufo bianco, en palabras de Fernando, de su amigo el restaurador Fortunato Baldassarri… este Orgambides es un crack, tiene amigos por medio mundo!
Lo que si he probado el es vino novello, que recuerdo de color rojo bastante vivo y con un toque fresco, ligero… no sé como describirlo… como el de los cosecheros del año de nuestra Rioja pero, más dulzón, con un sabor totalmente diferente. Estaba en Roma, en un viaje de trabajo y cenaba con un colega italiano en un garito muy coqueto, cerca de Piazza Navona. No lo he vuelto a probar pero, al menos a ése, lo reconocería al primer trago… me refiero al vino, no a mi querido Antonio. Que conste…
Pero lo que no pienso envidiar de Italia y su otoño, exquisitamente novelado en el relato de Fernando, son las castañas, no señor. Me puedo topar con las mejores del mundo mundial con solo darme un paseo por los bosques que rodean mi txoko. El domingo pasado, sin ir más lejos, me crucé por Aiako Harria con una cuadrilla de amigos que se habían echado al monte para recoger unos cuantos kilos, que celebraban en su barrio, precisamente, El Día de la Castaña. Y tocaba asarlas por la tarde, en la calle, en plan gamberro festejo popular, acompañadas de buen vino y música de trikitrixak. Me encantan las castañas…
Pero también los hongos. Y aunque en Peñas de Aya no encontraremos la exquisita trufa blanca piamontina, tenemos lo que allí no hay, seguro: unos hongos que no se esconden bajo tierra, sino que nacen de ella y salen a la superficie, chulos ellos, con su elegante txapela negra.
Lluvia y sol, calorcito y humedad… el otoño en Euskadi, es lo que tiene, sus particulares ontto beltzak. Cuando quieras, Fernando… estás invitado.
He llorado con tu articulo aunque no solo por su calidad descriptiva, si no mas bien cuando he mirado ami mesa y me he encontrado una bonita ensalada anti barriguita cervecera.felicidades por el articuli.Un abrazo
bueno espero q esta tradicion se siga manteniendo y bueno suerte con esta tradicion q es muy linda y bueno yo soy del cusco y soy un estudiante de gastronomia del cusco y suerte los deseo lo mejor si yn es muy bueno la castanaq y es muy delicioso.
Por favor recomiéndame la mejor época para conocer Italia!!