El Bar Plaza Dorrego sigue donde siempre, en San Telmo, barrio chico y decadente, sorteando los tiempos, entre cáscaras de maní, grafitos y sueños de libertad ya dormidos. Y compitiendo en esquina con un Starbucks. Quién se lo iba a decir. Seattle, estado de Washington, frente a Buenos Aires, capital federal. Que no Boca frente a River, que siempre será un superclásico. En La Bombonera. O en El Monumental. Entre xeneizes [genoveses] y millonarios, sus dos hinchadas. El Plaza Dorrego es oscuro, lúgubre, en contraste con la fina plata cincelada de su vecino Juan Carlos Pallarols, orfébre del papa Bergoglio. Con las recargadas tiendas de antiguedades que aún quedan en los alrededores. Y con los artísticos fileteados porteños que a todo color exhibe Nonno Bachicha en el interior de su rotisería. Triple choque frontal. Pero ya en otro estadio de la historia [ahora toca Macri], lejos de aquellos tiempos de terror, crímenes impunes, sables y dictaduras. De la democracia retornada. De los vendepatrias, de los corruptos. Del corralito. Y de la dinastía felizmente hoy silenciada. El vento del cobán,/ el auto y la mansión/, bien pronto rajarán/ por un escotillón. Los ventiladores rotan desafiantes. Hace calor en Buenos Aires. Y un muchacho camina con el torso desnudo por la calle Defensa, sorteando cajas vacías de frutillas [fresas] que se amontonan desordenadas en la vereda [acera] que da acceso al mercado de San Telmo, desvencijado, viejo e italianizante, con arcos de medio punto y orden toscano. Longaniza, sorpresata, chacarero, salame [de ciervo] de San Martín de los Andes. Ofertas de la Fiambrería San Cayetano, forme una sola fila, gracias. Defensa, calle empedrada. Donde nació Rivadavia, primer presidente argentino, hoy un valet parking. Y donde también nació Mafalda de la pluma de Quino, justo en la esquina con Chile. La Puerto Rico de la calle Alsina, aquí desde 1925 [la primitiva en la calle Perú], entró en conflicto con sus artistas. Querían más plata. La Puerto Rico es más que un viejo café cantante, fundado por el español Gumersindo Cabedo, que anduvo antes en la isla boricua, en donde hizo fortuna. Desde hace tiempo se encuentran suspendidas las actuaciones de su salón, otrora escenario en donde Jaime Chávarri rodó la segunda parte de Las cosas del querer, basada en la vida del cantante malagueño Miguel de Molina, exiliado en Buenos Aires. Tango, copla y flamenco. Flamenco, copla y tango. Hoy solo café. En grano. O en taza, con masitas. Para encontrar a aquellos artistas hay que acudir ahora al Centro Cultural Borges, que los acoge. Y en donde desfilan cada noche ante un público más ortodoxo, teatral y distinto al que consume. Con aplausos justos, pero exquisitos. El Centro Cultural Borges tiene su sede en el antiguo Bon Marché Argentino, hoy Galerías Pacífico. Y en ninguna de sus dos librerías existen obras del autor que le confiere tan distinguido nombre. Preguntados los empleados, remiten educadamente a la Cúspide [cadena de librerías] más próxima, fuera del multicentro. Ya en la Cúspide, sus estanterías muestran solo una parte del universo de Borges, eso sí emparedado, tal vez por casualidad, entre dos volúmenes que agrupan, cual tesoro, las poesías completas de Silvina Ocampo, hermana de Victoria y latido de Bioy, pero también cómplice de aquel durante cuarenta años. Buenos Aires, siempre sorprendente. Y siempre sorprendido: En tu jardín secreto hay mercenarias/ dulzuras, ávidas proclamaciones,/ crueldades con sutiles corazones,/ hay ladrones, sirenas legendarias.