El próximo 13 de junio se conmemoran 70 años de la llegada del vapor Sinaia al puerto de Veracruz. Había zarpado este buque del puerto francés de Séte con la primera expedición colectiva de refugiados españoles de la guerra civil con destino a México. Eran 1.681 personas de todo tipo y profesión, entre los que se encontraban los poetas Pedro Garfias, Juan Rejano y Tomás Segovia, los filósofos Ramón Xirau, José Gaos y Eduardo Nicol, el fotógrafo Julio Mayo, escritores como Manuel Andújar, Bejamín Jarnés y Antonio Zozaya, el dibujante Ramón Gaya, la cantante lírica Amparo Aliaga y una orquesta madrileña, la Agrupación Musical Española, del maestro Oropesa. Los intelectuales crearon un diario de a bordo, a modo de periódico, y la orquesta amenizaba todas las tardes en cubierta con piezas castizas. En aquella expedición, cuya travesía duró dieciocho días, viajaba también el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, que contaba entonces 23 años y al que conocí en México en mi etapa de corresponsal de El País.
Sánchez Vázquez tiene actualmente 94 años y me precio de ser un gran amigo suyo. Como lo fui de su esposa y ahora también de sus hijos. Dada mi curiosidad por el exilio español, me abrió las puertas de lo que de aquella comunidad quedaba en la década de los noventa y participé con él en varios actos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En aquellos primeros años míos en México todavía vivía Dolores de Rivas Cherif, la viuda de Azaña, que había rendido un gran servicio a la reconciliación de los españoles prestándose a acudir a la primera recepción que ofrecieron los Reyes a la colonia española en México, lo que emocionó a todos y empujó a los refugiados a comprometerse con la nueva España que estaba naciendo.
Me contaba Sánchez Vázquez un día paseando por las calles de Sevilla que se llenó de tristeza cuando el Sinaia, cruzado ya el estrecho de Gibraltar, se alejaba de la costa, dejando a estribor a España representada por la silueta de la ciudad de Cádiz. En aquella silueta que se iba perdiendo en el horizonte destacaba una fortificación militar, el castillo de Santa Catalina, donde su propio padre, oficial de Carabineros, se encontraba en ese momento recluido por su afección a la República. Me viene al recuerdo todo esto hoy porque mi amigo Armando Quintero, alto funcionario del Gobierno de Veracruz, me comunica que ese Estado se ha puesto al frente de los actos del 70 aniversario del exilio español en México, con una semana cultural (9-14 de junio) que lleva como lema Veracruz, puerta de la libertad. Una iniciativa que enorgullece al Gobierno veracruzano y permite recordar que aquel destierro, gracias al corazón de México, se hizo menos doloroso. Y es que entre 1939 y 1942, llegaron al puerto de Veracruz, alrededor de 30.000 españoles sin patria.