Ladysmith es una ciudad sudafricana de la región de KwaZulu al pie de las montañas Drakesberg. Que baña el rio Klip. Y otrora cruce de caminos entre Puerto Natal (después Durbán) y el Transvaal. En la ruta del oro y los diamantes. Los británicos se establecieron allí hace 160 años, si bien el origen de este enclave fue boers. Era el año de 1847. Andries Spies, colono holandés, y el rey zulú Mpande habían cerrado un trato para que se estableciera en esas tierras una colonia afrikaner. Pero aquello dura poco, porque en 1850 Gran Bretaña se anexiona el territorio, sentando allí sus reales. Gobernaba entonces la Colonia del Cabo sir Harry (George Wakely) Smith, primer barón de Aliwal. Soldado británico curtido en mil batallas. La ciudad que se estaba levantando en esa tierra zulú fue bautizada con el nombre de Windsor, pero no dio tiempo apenas a registrarlo porque fue sustituido casi de inmediato por Ladysmith, en honor a la esposa del gobernador general. Hijo de un médico de Whittlesea -pequeña localidad del Condado de Cambridgeshire (Este de Inglaterra)-, Harry Smith había ingresado en el Ejército de Su Majestad en 1805, con apenas 18 años. Un año después partía con la expedición militar británica que invadió el Río de la Plata. Donde sufrió cautiverio, lo que le permitió aprender español. Excarcelado, entre 1808 y 1814 combatió en España a los franceses a las órdenes de Arthur Wellesley, duque de Wellington. El 8 de abril de 1812 se produjo el asalto a Badajoz. Uno de los episodios más sangrientos y crueles de la guerra de la Independencia, con 4.800 bajas de lado inglés. Fue una victoria de elevado coste. Y nada honrosa para Wellington, cuyos soldados saquearon Badajoz en una orgía de alcohol, robos, violaciones y asesinatos sin precedente. Pero también fue el inicio de una bonita historia de amor.
El día después de la victoria, Harry Smith se encontraba acampado en las afueras de la ciudad. Cuando dos hermanas asustadas que habían podido sortear la barbarie se presentaron en la línea británica en demanda de auxilio. Habían perdido al resto de su familia en el asalto. Y de sus orejas brotaba sangre tras sufrir el robo violento de sus pendientes por la tropa pendenciera. La más pequeña de esta dos mujeres tenía 14 años. De nombre Juanita (María de los Dolores) de León, pertenecía a una casa solariega extremeña que había dado varios regidores a Badajoz. Y había sido educada en un convento. El oficial Smith -que tenía entonces 23 años- se fijó en sus ojos huérfanos. Prometiéndole protección. Y declarándole su amor desde ese momento. Que se consumó en matrimonio a los pocos días suplicándole que le siguiera. Lo que Juanita hizo desde la retaguardia. Unas veces cabalgando en solitario. Y otras ocupando los carros de Intendencia. Durmiendo al aire libre cerca de los campos de batalla. Familiarizándose con la milicia. Y ganándose por su simpatía los respetos y el cariño de Wellington, de quien su esposo se había convertido en un oficial incondicional. De enorme atractivo, admirada por todos y entregada en cuerpo y alma al hombre que le ofreció su amor, acompañó a éste en Waterloo. También en África. Y en la India. En donde Harry Smith -ya en el empleo de general- derrotó con arrojo a los sijs en Aiwal (1846), siendo felicitado por el Parlamento y recibiendo de la reina Victoria una baronía con el nombre de ese lugar del Panyab hoy en la nómina de las grandes batallas de Inglaterra.
La brillante carrera militar de sir Harry Smith le llevó a África del sur como gobernador de la Colonia del Cabo. En un momento complicado por las revueltas de los boers. Lo que no impidió que con su nombre y el de su esposa se bautizaran los primeros asentamientos ingleses de aquella antigua tierra zulú. Ladysmith sufrió entre 1899 y 1900 un terrible asedio de 118 días como consecuencia de la segunda guerra anglo-boers. Hoy existe allí un museo que recuerda la batalla. En la que murieron 3.000 británicos. Y en la que debutó como periodista un jovencísimo Winston Churchill, entonces corresponsal de guerra de The Morning Post, de Londres. Pero por entonces ya había fallecido el matrimonio Smith. Él, en 1860. Y ella, en 1872. No tuvieron hijos. Pero la dedicación del militar a la mujer que amaba duró hasta el último momento. E incluso después, porque el ya barón de Aliwal consiguió del Parlamento británico una pensión de 500 libras por sus méritos de guerra para que su esposa pudiera afrontar desahogadamente su viudez. Sobre la vida de este matrimonio, y en particular sobre Juanita de León, se han escrito algunas obras. La novia española, de Georgette Heyer (1940). Las Reinas de África, de Cristina Morató (2003). Y Lady Smith, de Mabela Ruiz-Gallardón (2008). En Canadá, en la isla de Vancuver (Columbia británica), existe desde 1904 otra población denominada Ladysmith, pero en recuerdo del asedio de su homóloga sudafricana. Y en Badajoz se le ha dado el nombre de Lady Smith a una nueva avenida. El matrimonio Smith está enterrado en el cementerio de Whittlesea. Hoy Whittlesey, donde un viejo pub cervecero al que acuden los parroquianos recuerda con el nombre de The hero of Aliwal (El héroe de Aliwal) a su hijo más distinguido. Cuyas proezas no se entenderían sin la inseparable compañía de Juanita León. Para la historia, Lady Smith.