Asomado al mar (6)

El último recuerdo que guardo de Antonio di Oliva es una tarjeta postal de Estambul que me envió al diario Informaciones en 1980. Ya no supe más de él. La he encontrado estos días en mi casa de Cádiz repasando las anotaciones de aquellas conversaciones de Argel. La basílica de Santa Sofía con una cariñosa salutación al dorso. De la muerte de Ramognino me enteré por una necrológica que publicó en 1989 el Corriere de la Sera. Que le despedía como el James Bond italiano que dirigió las operaciones del Olterra. De aquel viaje secreto de Borghese (comisionado por la Regia Marina) a la bahía de Algeciras tras la muerte de Visintini poco se sabe. Desembarcó clandestinamente en Cádiz. Donde le esperaba un aristócrata falangista conocedor de la comarca. Y que presumo era el mismo que había preparado en 1936 con Joaquim Von Knobloch una operación a la desesperada para rescatar a José Antonio de la prisión de Alicante. Pero no lo puedo demostrar. Borghese hizo aquel desplazamiento amparado por el entonces jefe del Fascio en Paris (y antes en Madrid). Ernesto Marchiandi. Un ingeniero amigo de Serrano Suñer. Ya entonces represaliado. Y que cuando surgió en 1943 la Reppublica Sociale Italiana (o de Saló) -el Gobierno títere del III Reich- fue llamado por el repuesto Mussolini como comissario nazionale del Lavoro. De las revelaciones que le hizo Ramognino a Antonio di Oliva -y de algunos detalles que obtuve después del coronel Manuel González Scott-Glendowyn– he podido reconstruir algunos pasajes de aquel viaje secreto que siguió a la muerte de Visintini. Con quien Borghese compartía la máxima condecoración de guerra italiana. Había acudido a la bahía de Algeciras enviado por el jefe de la Decima en esas fechas -comandante Ernesto Forza– para elevar la moral de aquellos hombres ranas del Olterra. Dado su prestigio como oficial naval. Y por el predicamento que tenía sobre sus subordinados. Pero también para evaluar con aquellos submarinistas experimentados el ataque que ya preparaba contra Nueva York desde el Leonardo da Vinci. Y que iba a encomendar al oficial Eugenio Massano. La operación -diseñada en septiembre de 1942- se retrasó en varias ocasiones, si bien se determinó finalmente que se acometiera en julio de 1943. Con ella la Regia Marina pretendía dar un golpe de efecto similar a Pearl Harbour. Esta vez estrellando sus SLC contra los muelles de Manhattan.

Ciertos desajustes y la capitulación de Italia -que se veía venir tras el relevo de Mussolini por Badoglio– echaron por tierra los planes de Borghese. Que para entonces se había hecho con el mando de la Decima en sustitución del comandante Forza. Pero aquel ataque a Nueva York jamás se llevó a cabo. De hecho, el Leonardo da Vinci -el submarino que iba a hacer de nodriza- fue hundido en mayo frente al cabo de Finisterre (y cuando navegaba hacia Burdeos para ponerse a las órdenes de Borghese) por el destructor británico HMS Active -buque historicamente asignado a la base de Gibraltar- en una operación conjunta con la fragata HMS Ness. El Principe Nero nunca aceptó la capitulación de Italia. Y se unió a los alemanes reconvirtiendo la Decima en una unidad de infantería para combatir a los partisanos comunistas. Con el giro de Italia en la guerra, el Olterra fue abandonado. Ramognino y su esposa Conchita regresaron a Génova. Entonces bajo control alemán. Y Pistono huyó a toda prisa de Algeciras hacia algún lugar desconocido, renunciando a su casa de El Pelayo. Que fue confiscada por el Ministerio del Ejército español con el equipo de transmisiones intacto. Hasta entonces los ingleses no supieron que frente a Gibraltar la Regia Marina disponía de un Caballo de Troya. Discretamente dirigido por tierra desde Huerta Grande y Villa Carmela. Y fue la Italia proaliada quien reveló al M16 -el servicio de inteligencia británico- que aquella pesadilla que provocó el hundimiento de trece buques había tenido su origen primero en el Sciré (3). Y después en un  petrolero de nombre Olterra (10). Terminada la II Guerra, el Principe Nero fue arrestado por la policía partisana. Pero los servicios secretos norteamericanos consiguieron conferirlo bajo sus jurisdicción. Y tras un largo proceso en el que intercedió su amigo James Jesus Angleton Moreno -presidente de la Cámara de Comercio Americana en Italia antes de la contienda- consiguió poco a poco ir liberándose de los cargos en su contra hasta ser excarcelado definitivamenete en 1949.

Angleton -hijo de mexicana formado en Yale– falleció en 1987 después de una meteórica carrera en la CIA. En la que fue uno de sus más poderosos dirigentes hasta 1974. Y de la que fue expulsado tras revelar el periodista Seymour Hersch (Pulitzer 1970) la guerra sucia que dirigía contra movimientos pacifistas (y de oposición) americanos. Existe una película de Robert de Niro titulada The good shephered (El buen pastor, 2006) que se inspira en su agitada (e intensa) trayectoria. Era un hombre que llegó a dominar grandes claves. Vaticano. Mossad. Guerra Fría. Cuba. Kennedy. Vietnám. Pero también fue un paranoico que puso bajo sospecha la lealtad de Kissinger al sistema americano. Había empezado en el espionaje como jefe de la contrainteligencia aliada en Roma. El X-2. Y ya entonces destacaba como furibundo anticomunista. Igual que el Principe Nero. Que nunca perdonó que su esposa -la condesa rusa Olsoufiev Schouvalov– se hubiera visto obligada a exiliarse con su familia en Italia como consecuencia de la revolución bolchevique. Perdiendo todas las posesiones que detentaba en la Rusia zarista. El otro valedor de Borghese -además de Angleton- fue el vicealmirante de la US Navy Elery W. Stone, procónsul de Italia tras el desembarco aliado de Salerno. Y que cortejaba a una baronesa romana que le solicitó su mediación a favor del príncipe prisionero. Es sábado 11 de diciembre. Paseo por los mismos muelles de Cádiz donde presumiblemente descendió de un mercante Borghese para realizar aquel desplazamiento secreto a la bahía de Algeciras tras la muerte de Visintini. No era difícil siendo italiano (y protegido por un aristócrata falangista con resortes en la ciudad) entrar clandestinamente en España en aquellos años 40. Tampoco lo fue en 1971 cuando Carrero Blanco le acogió tras su huída de Italia. Tenían muchas cosas en común. Pero fundamentalmente el almirante le profesaba agradecimiento. Había sido combatiente en la Guerra de España. Y había compartido submarino con un oficial español. Antonio Calín de Briones y la Cova Tallada. Desde el interior del recinto portuario diviso la fachada principal de las Casas Consistoriales. Un edificio neoclásico con añadidos isabelinos del que sobresalen tres cuerpos de torre rematados por una pequeña cúpula azul. Y con un carrillón que entona música de Falla. Justo a su izquierda se encuentra la iglesia de San Juan de Dios. Que se ubica anexa al hospital de su mismo nombre. Donde falleció Borghese. Y que hoy es un geriátrico. Las calles colindantes están engalanada por la Navidad. Hace viento del sur. Y unos niños bien abrigados  juegan a chirigotas en la puerta del edificio ajenos a lo que allí ocurrió el 26 de agosto de 1974.

                                                                                                                                               (Continuará)