Esta mañana me crucé en la Gran Vía madrileña con Javier Angulo, entrañable amigo, gran periodista y actual director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Hablamos brevemente, pero la mayor parte lo hicimos de Cristina Brondo, joven actriz barcelonesa de 32 años y amiga común, que triunfa a toda velocidad en el cine español. A Cristina la conocí a través de la abogada catalana Maria Angels Santiveri y desde entonces mantengo una gran amistad con ella y su marido, el también joven director de cine argentino Diego Yaker. Nos hemos reunido a cenar varias veces en mi casa de Madrid y siempre terminamos hablando de gastronomía, que es lo más letal que le puede ocurrir a una actriz que se cuida diariamente. Pero ella siempre sonríe y sabe qué comer y qué beber en cada momento.
Cristina tiene en su haber más de veinte películas, ha hecho teatro, escribe cuentos infantiles y ha protagonizado varias series de televisión, la primera Poble Nou (TV3), que la lanzó a la popularidad con 16 años, y la última Herederos (TVE), donde encarna uno de los principales papeles del reparto. Tiene en su haber películas con fondo, como Hipnos, donde interpreta a una psicóloga que trata a esquizofrénicos, ¿Y tú quien eres?, la gran cinta de Mercero sobre el alzheimer, y Lola vende cá, que se desarrolla en una comunidad gitana. Sin embargo, lo más profundo de Cristina no lo vemos en la pantalla. Y me refiero a la pasión que pone al preparar e investigar, antes del rodaje, a los personajes que va a interpretar, lo que incluye el entorno. En una entrevista que le hicieron recientemente revelaba que, con el rodaje de Hipnos, se tuvo que relacionar con los esquizófrenicos, pero le pareció tan egoista ser una mera observadora que montó un taller de teatro con ellos.
He elegido a Cristina -y espero que no se ruborice- como protagonista de este comentario para reconocer el esfuerzo de esta nueva generación de jóvenes creadores y artistas, y también de periodistas, todos ellos nacidos ya en democracia, que se está abriendo paso en este difícil y complicado país gracias, única y exclusivamente, a su propio talento. Tienen por delante a otras generaciones aún muy fuertes, que legitimamente copan espacios no por querer sobrepasar las barreras biológicas sino por mérito propio y porque todavía tienen algo qué decir. Me gustó semanas atrás como Cristina, que acudió a Segovia a la ceremonia de entrega de los premios Cirilio Rodríguez de periodismo, iba de corro en corro interesándose por las peripecias de los mejores corresponsales de prensa española de los últimos 25 años allí reunidos, algunos de ellos maestros sexagenarios que la atendían con mirada dulce. Y también me gustó que un jurado presidido por otro maestro como Luis Goytisolo le concediera a Andrés Neuman -de 32 años, como Cristina– el premio Alfaguara de novela, por El viajero del siglo, lo que seguro que a éste joven escritor afincado en Granada le provocó en ese momento una doble emoción.