[Testas coronadas]

Fue la gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias [1806-1878], cuarta [y última] esposa de Fernando VII, una mujer sin remilgos. Pues, muerto el rey, calmó de inmediato su pulsión lasciva entregando su delicado cuerpo a un sargento de la Guardia de Corps que le prestaba escolta, Agustín Muñoz Sánchez, natural de Tarancón [Cuenca], con quién se casó en secreto con luto de tres meses. Y aportando al nuevo matrimonio sus dos hijas borbonas, Isabel -reina desde los tres años- y Luisa Fernanda, de apenas dos. Muñoz, más joven que la gobernadora, fue ennoblecido con el ducado de Riánsares  y el marquesado de San Agustín -, pasó de suboficial a teniente general de los Reales Ejércitos, obtuvo el acta de senador e ingresó en la Real Maestranza de Caballería de Granada. Los padres del esposo regio también recibieron su correspondiente gracia: don Juan Antonio Muñoz Funes, agricultor e hijo de una nodriza de palacio [Eugenia Funes Martínez], y doña Eusebia Sánchez Martínez, ama de casa, fueron honrados con el título de condes de Retamoso, que entre 1911 y 2007 lo ostento una sobrina carnal de Santa Maravillas de Jesús, fundadora del carmelo de El Cerro de los Ángeles [Madrid]. Y que hoy está en posesión de su hijo menor [Álvaro], nieto del doctor Marañón [Gregorio], uno de los precursores de la II República. cristina-dosDurante la regencia [1833-1840], María Cristina alternó los cañonazos de la primera de las guerras carlistas con el lecho de sus ardientes deseos, pues fueron sucesivos sus embarazos [ocho, la mayoría también secretos], creando así una numerosa prole de muñoces, cinco hombres. Y tres mujeres. Que sumados a las dos borbonas completaron la decena de vástagos palaciegos. En sus siete años de regencia, María Cristina arrasó cuanta partida o fondo tuvo a su alcance, siendo expulsada de España por el general Espartero [Baldomero], que  jamás pudo recuperar los 37 millones de reales apropiados. Con ese dinero, además de comprar joyas y otros caprichos, invirtió junto a su esposo en minas y ferrocarriles, creando una sociedad con sede en París denominada Agustín Muñoz y Cía, aparentemente dedicada a la ingeniería. Y que encubría la trata de negros en la isla de Cuba, en donde se asoció con perversos y repugnante personajes del negocio fácil que con el tiempo fueron recompensados con mercedes y parabienes por la reina Isabel II, compinche de sus mayores. Conste, al menos, cuatro de ellos: el pontano Antonio Juan Parejo Cañero [1807-1856], compañero de armas de Muñoz en la Guardia de Corps, casado años después con una viuda ricachona de La Habana. El ingeniero militar gaditano Manuel Pastor Fuentes [1796-1858], luego senador y primer conde de Bagaes. Y el aprendiz de herrero cántabro José Manuel de Manzanedo González [1803-1882], pobre de condición en su ida a Cuba, primer marqués de Manzanedo [después duque de Santoña] a su  vuelta a España. Los tres contaron con la colaboración justa y necesaria del alavés Julián de Zulueta Amondo [1814-1878], analfabeto hasta los 18 años. Pero que, tras ponerse al servicio de su tío Tiburcio [comerciante y propietario de un pequeño ingenio], se convirtió en rey del azúcar, del ferrocarril y del préstamo. De la compra-venta y del empleo de esclavos africanos, además del tráfico de chinos e indios yucatecos para labores agrícolas. Marqués de Álava [también vizconde de Casa Blanca]. Diputado y senador, alcalde de La Habana, cónsul del Tribunal de Comercio y accionista del Diario de la Marina. Murió de una caída cuando montaba a caballo. Y dejó en herencia 200 millones de reales en efectivo, entonces una gran fortuna. “Atravesamos sus muelles poblados de una multitud mezclada de mulatos y negros: los unos están vestidos de pantalón blanco, de chaqueta blanca, y cubiertos de grandes sombreros de paja; los otros llevan un calzón corto rayado, un pañuelo de color liado a la frente; los más llevan un sombrero de fieltro de más calado hasta los ojos, una faja encarnada prendida al costado; todos sudan con el calor y, sin embargo, todos se muestran listos y serviciales [De la serie Cuaderno emérito]”.

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Cita Literaria: Viaje a La Habana, de María Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlín. Ilustración: Retrato de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, de Franz Xaver Winterhalter.