La extraña muerte del actor David Carradine la pasada semana en Bankong está generando una oleada de especulaciones morbosas, propias de una novela policiaca con trama oculta y perversión de sexo. Del suicidio se pasó a la asfixiofilia, o también hipoxifilia, que es un agresivo juego sexual dirigido a incrementar la excitación mediante la privación de oxígeno con ataduras, bolsas de plástico sobre la cabeza u otras prácticas. Y ahora su abogado denuncia asesinato, asegurando que ha sido una secta secreta de Kung fu la que habría planeado su muerte para evitar que el actor pudiera revelar sus oscuras actividades. Todavía están por llegar otras especulaciones, como viene siendo corriente en sucesos como éste, pero de momento lo que está claro es que la policía va a tener que trabajar a fondo para esclarecer un caso que está despertando más curiosidad de lo que en un principio se suponía.
Sin desdeñar la hipótesis del asesinato, mi olfato me dice que no descarte la asfixiofilia. No sólo por la forma en que apareció el cadáver -desnudo y con síntomas de asfixia supuestamente provocados por ataduras en el cuello y en los genitales-, sino porque la que fue su esposa en 2003 alegó, entre los argumentos esgrimidos para obtener el divorcio, que Carradine era un fanático de los juegos eróticos, “extraños y potencialmente mortales”. Lo ocurrido a este veterano actor me trae al recuerdo otro caso parecido que sucedió en 2004 en el Reino Unido: la muerte también por asfixiofilia del periodista y diputado conservador británico, Stephen Milligan. Se especuló con el asesinato, la conspiración e, incluso, con el consumo de drogas, pero al final Scotland Yard concluyó que murió al autolimitarse el oxigeno que abastece a la sangre. Estaba desnudo y tenía las extremidades ligadas y la cabeza cubierta con un plástico.
He encontrado un interesante artículo de Eduardo Angulo, doctor en Biología y profesor de la Universidad del País Vasco, en el que advierte que la asfixiofilia la practican tanto hombres como mujeres y que, en lo que se refiere a éstas, el orgasmo se alcanza con mayor facilidad y también con más placer, caso de que vaya acompañado de eyaculación en la uretra. El profesor Angulo nos cuenta que la asfixiofilia es también conocida como koczwarismo, nombre que recibió de una de sus víctimas: el bohemio Frantisek Koczwara, virtuoso contrabajo que combinaba su pasión por Haendel con el sadomasoquismo. Murió el 2 de febrero de 1791 en Westminster, cerca de Londres, cuando ensayaba sus prácticas con una prostituta. Esta se llamaba Susannah Hill, pero no pasó a la historia.