Los navegantes portugueses toparon en África con un equino rayado al que llamaron cebra, con zeta. Nombre jamás refutado. E incorporado tal cual a los diferentes [y más diversos] idiomas. Zebra, en inglés. Zèbre, en francés. Y zévra, en griego. Pero sólo se trató de una súbita identificación, pues quisieron ver en aquella bestia a otra similar que hasta el siglo XVI existió en la Península Ibérica. El llamado cebro montés, caballo [salvaje] que no asno. Cebreros en Ávila. Cebreiro en Lugo. Vegacebrón en Asturias. Cebrones en León. Las Encebras en Albacete. Y El Acebrón, ya sea un municipio [Cuenca]. Un arroyo [Toledo]. O una charca [Doñana, Huelva]. Todo se refiere a lo mismo. La charca de Doñana evolucionó. Y desde los años 60 del siglo pasado El Acebrón da nombre a un palacio. O como se le quiera llamar. Pues en esta reserva cualquier habitat construido [Doñana, Las Marismillas, Coto del Rey] se asocia a un palacio, porque así bautizaba el cazador Alfonso [XIII] los variopintos lugares donde pernoctaba. Pero la historia que nos ocupa no tiene nada que ver con este insustancial rey, que solía frecuentar aquellas tierras para ejercitar una de sus mayores diversiones ecuestres: el lance de jabatos. El Acebrón fue la obra inacabada de un excéntrico heredero y benefactor de La Palma del Condado: Luis Espinosa Fontdevila. Séptimo hijo de Julián Espinosa Escolar, almonteño oriundo de la Sierra de Cameros [La Rioja], y de la gaditana Carmen Fontdevila Ruiz, de familia ortopedista. Los Espinosa se establecieron en 1885 en La Palma del Condado, dedicándose a la crianza y exportación de vinos finos, al tiempo que mantenían en Almonte una destilería de alcoholes, su negocio primitivo. En un pivotal moment motivado por la llegada del ferrocarril a esta comarca bodeguera [1880]. Lo que permitió unir el modernizado puerto de Huelva con la ciudad de Sevilla. Y por el impulso británico que recibió el desarrollo fabril y comercial de la provincia gracias a la explotación minera. En este contexto nació Bodega Espinosa, cuyo preciado ponche se hizo famoso en toda España. Así como su línea de exportación de vinos del Condado, en la que incluyó otros de Montilla y Chiclana, además de moscateles. El patriarca bodeguero, que llegó a ser diputado provincial, falleció en 1943. Y, ya ricos, sus herederos se hicieron con el negocio, emparentándose con otras familias pudientes de Andalucía [Domecq, Guardiola]. Sin embargo, el séptimo vástago permaneció soltero. Y, en vez de sacar mejor provecho a su patrimonio, se propuso levantar un palacio en tierras almonteñas para competir con su cuñado Salvador Noguera Pérez, entonces copropietario del coto junto a lo más granado de la aristocracia cinegética jerezana. No sabemos en que modelo se inspiró Luis para construir su edificio. Pero tiene aires paladianos, más acorde con el colonialismo británico. E, incluso, con la arquitectura sureña previa a la Guerra de Secesión. Todo esto si lo desnudamos de sus ingredientes más vulgares, entre ellos el águila legionaria que corona su frontón. Y las iniciales de su promotor cayendo en diagonal dentro de un horrendo escudo que simula un pergamino . La imaginación de algunos asemeja este edificio al Massachusetts State House [capitolio], de Boston. Pero El Acebrón no tiene cúpula. E, incluso, no se terminó por falta de liquidez, de manera que durante algún tiempo se vio obligado a protegerse con placas de uralita, si bien desde un principio gozó de una capilla dedicada a la Virgen del Rocío, de la que era muy devota la familia Espinosa. Y a la que Luis, hombre generoso, donó joyas de gran valor mientras se lo permitió su bolsillo. Hoy el Palacio del Acebrón es el Centro de Visitantes del Parque Nacional de Doñana, después de que el Icona le comprara el palacio y la finca en donde se ubica [La Rocina] a la vieja Celulosa de Huelva, que años antes se la había adquirido a su casi arruinado y excéntrico propietario. Luis Espinosa murió en Almonte en diciembre de 1975. Mientras pudo ayudó al necesitado y contribuyó a la creación de escuelas profesionales en La Palma. Bodega Espinosa, como tantas otras del Condado, dejó de existir hace tiempo. Y el acebrón, o cebro ibérico, fue visto por última vez hacia 1510 en la llanura manchega. Décadas después Cervantes lo mencionaba en El Quijote. Pero ya antes los portugueses creyeron verlo en África.