A José Ángel Valente me lo presentó Juan Goytisolo en una visita que hice a finales de los ochenta al barrio almeriense de La Chanca. De ellos conocí un sinfín de historias de este arrabal, otrora atacado por la miseria y hoy gratamente dignificado, y cuyos orígenes se remontan a la Almería musulmana. Pregunté que significaba chanca y Valente me comentó que se trataba de un andalucismo que denomina así a los secaderos de pescados, tan habituales en la costa mediterránea desde tiempos remotos. Fue un encuentro a tres bandas, pero en el que destacaban en complicidad y sabiduría estos dos grandes escritores. Y también fue un lujo estar con ellos, porque de aquella visita no sólo aprendí sino que gané un nuevo amigo en la persona de Valente. De Goytisolo ya lo era desde mis tiempos de Rabat.
Sentí con profunda pena la muerte de Valente, excelente poeta con el que seguí relacionándome primero en Sevilla y después en México. Un día llegó al Distrito Federal, donde yo vivía, y me preguntó por mi disponibilidad de tiempo. Me dí cuenta que quería darme alguna sorpresa y fui a buscarle al hotel. Ya en el taxi me comentó que nuestro destino era el Panteón (cementerio) Jardín, donde íbamos a visitar la tumba de Luis Cernuda. Aquello me impresionó, porque a mí -que sentía curiosidad por Cernuda y ya había leído Ocnos- no se me había ocurrido nunca antes acercarme a ese lugar. Pero fue parco en comentarios y ni me trasladó en palabras aquel silencio que mantuvo con mirada fija sobre la piedra ni me habló del poeta. Sólo me comentó que, gracias a unos amigos mexicanos, había localizado con un mapa años antes el lugar donde se encuentra la tumba y que, desde entonces, tenía como costumbre visitarla cada vez que pisaba tierra mexicana.
Con el tiempo supe de la influencia de Cernuda en la obra poética de Valente. Y con el tiempo también me fui acercando cada vez más al poeta sevillano, al que siempre recordaba al pasar por la calle Acetres. En mi casa guardo un busto pequeño de Cernuda que me regaló hace cinco años el escultor Miguel García Delgado y que me recuerda estos pasajes sencillos de la amistad, además de mantener viva la necesidad de la poesía en nuestras vidas. Estamos a punto de iniciar un fin de semana nuevo y qué mejor que compartir con vosotros, amigos que me leen, una cita de Valente en homenaje a la poesía, que además de aportarnos belleza nos ayuda a sentir:
Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Me llevó adonde,
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.