Poeta en soledad

UE

Hace tiempo que no paso por la calle Acetres. En Sevilla. Que es donde nació Luis Cernuda. Y que se llamaba entonces Conde de Tójar. Cómo llenarte, soledad/ sino contigo misma… Yo viví muy cerca. Junto al Monasterio de San Leandro. En la plaza de San Idelfonso, que está registrada en su glosario. Y que es un espacio de soledad dentro de Sevilla. La calle Acetres ha formado parte durante años de mis paseos dominicales. En hora temprana. O ya en la noche. Cuando se convierte en remanso de paz. Huérfana de gente. Silenciosa. Como debió ser la infancia del poeta. Entonces Albanio. De niño, entre las pobres guaridas de la tierra/ quieto en angulo oscuro,/ buscaba en ti, encendida guirnalda,/ mis auroras futuras y furtivos nocturnos,/ y en ti los vislumbraba,/ naturales y exactos,/ también libres y fieles/ a semejanza mía,/ a semejanza tuya, eterna soledad.El poeta mantuvo con Sevilla una relación de amorodio. Contradictoria. Como la realidad y el deseo. Y reflejada en Ocnos, que hace universales algunos rincones de la ciudad. Porque otros ya lo eran. Son los retratos poéticos de Cernuda. Iglesia de El Salvador, donde fue bautizado. Plaza del Pan, donde se encontraba la droguería de su abuelo francés. Ulises Bidou. De ahí Bidón, segundo de sus apellidos. Y la calle Bailén, donde su primer colegio. Del que no queda rastro. Porque el segundo fue el Colegio Calasancio, en la plaza de Ponce de León. Las antiguas Escuelas Pías. Me perdí luego por la tierra injusta,/ como quien busca amigos o ignorados amantes;/diverso con el mundo,/ fui luz serena y anhelo desbocado,/ y en la lluvia sombría o en el sol evidente,/ quería una verdad que a ti te traicionase,/ olvidando en mi afan,/como las alas fugitivas su propia nube crean./ Cernuda fue educado de forma estricta. Por un padre militar poco afectuoso que muere cuando él tiene 18 años. Y que llegó a coronel del arma de Ingenieros. Lo que no le impide conocer la poesía. Que empieza a leer con nueve años. Estudia Derecho. Y es alumno de Pedro Salinas. Con quien comparte tertulia literaria. Y que le introduce en los clásicos españoles. Góngora. Quevedo. Lope. Fray Luis. También en autores franceses, como Proust, Baudelaire, Rimbaud e, incluso, André Gide. Si la Semilla no muere.

giraldaLuis Cernuda dedicó a Sevilla 26 años de su vida. Infancia. Adolescencia. Y primera juventud. Cansado de una ciudad que le asfixia, huye de ella en septiembre de 1928. Fallecida su madre. Sevillano profundo (Lorca), sevillano recóndito (Aleixandre), sevillano difícil (Romero Murube).  Sevilla tardó en  reconocerle. Y al velarse a mis ojos/ con nubes sobre nubes de otoño desbordado/ la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,/ te negué por bien poco;/ por menudos amores ni ciertos ni fingidos,/ por quietas amistades de sillón y de gesto/ por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,/ por los viejos placeres prohibidos/ como los permitidos nauseabundos,/ útiles solamente para el elegante salón susurrado, / en bocas de mentira y palabras de hielo. La última casa que habitó Cernuda en Sevilla está en la calle Aires. Es donde escribió Perfil del aire, su primer libro de poemas. Es una calle angosta. No muy distante de Acetres. Y que confluye con Mármoles, donde aún se conservan tres colúmnas ciclópeas de un viejo pórtico romano. Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona/ que yo fui,/ que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones,/ por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, / limpios de otro deseo,/ el sol, mi dios, la noche rumorosa, / la lluvia, intimidad de siempre, /el bosque y su alentar pagano,/ el mar, el mar como su nombre hermoso;/ y sobre todo ellos,/ cuerpo oscuro y esbelto,/ te encuentro a ti, , soledad tan mía,/ y tu me das fuerza y debilidad,/ como el ave cansada los brazos de la piedra. Cerca de Aires está la calle Levíes, donde residía su amigo el poeta Fernando Villalón. Y próxima a ambas está la Catedral. Y su Giralda, imponente faro de Sevilla. Que reparte luz a un impresionante mar de tierra, soliloquio de la soledad del poeta. Que no llega a ver el mar hasta los 26 años. Barrio de Santa Cruz. Donde el magnolio. Jardines del Alcázar. Que es su Jardín antiguo.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,/ oigo sus oscuras imprecaciones,/ contemplo sus blancas caricias;/ y erguido desde cuna vigilante/soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,/ por quienes vivo, aún cuando no los vea;/ y así, lejos de ellos,/ ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,/ roncas y violentas como el mar, mi morada,/ puras ante la espera de una revolución ardiente/o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo/ cuando toca la hora del reposo que su fuerza conquista. Luis Cernuda tiene una visión inusitada a lomos de un caballo que le marca su destino poético. Que es purista. Y que queda plasmado en Perfil del aire. Sucede cuando galopaba por el Prado de San Sebastián. Como San Pablo. Y cual guerrero. Como ha registrado su biógrafo Antonio Rivero Taravillo. Porque el poeta cumplía entonces el servicio militar en Caballería como soldado de cuota. Cuyo cuartel se alojaba en lo que hoy es la Universidad. Antigua Fábrica de Tabacos. Segunda experiencia militar a sus pocos años. Habida cuenta que vivió de adolescente en los Pabellones del Cuartel de Ingenieros. Frente a la antigua Venta de Eritaña y el  merendero del Puente de Triana. Parque de María Luisa. Paisaje agreste (entonces). Paisaje de más silencio. Paisaje que separa Acetres de Aires. Toque de corneta. Etapa de su iniciación poética. Y de su despertar sexual en un cine de verano. , verdad solitaria,/transparente pasión,/ mi soledad de siempre,/ eres inmenso abrazo;/ el sol, el mar,/ la oscuridad, la estepa,/ el hombre y su deseo,/ la airada muchedumbre,/ ¿qué son sino tu misma?  Cernuda no volvió más a Sevilla, salvo de fugaz parada en 1934 cuando realizaba un viaje veraniego a la costa andaluza. Fue una excepción. Materializada en una foto en el Paseo Colón con la Torre del Oro al fondo. Pero la ciudad formó parte del equipaje que le acompañó al exilio. Como su poesía profunda. Como sus contradicciones. Como la realidad y el deseo. Por ti, mi soledad, los busqué un día;/ en ti, mi soledad, los amo ahora.