La infanta Margarita Teresa de Austria murió de parto en Viena a los 22 años. Tras alumbrar a su cuarto hijo. Era hermana de Carlos II el Hechizado y, por tanto, hija de Felipe IV, el rey para el que trabajó Velázquez como pintor de cámara. La casaron en 1666 con su tío Leopoldo I, emperador de Austria y hermano de su madre. Pero su rostro era ya conocido en toda Europa porque se trataba de la infanta más retratada de la Corte española. Hoy he ido a buscarla al Museo del Prado. Tras cruzar el umbral de la puerta Velázquez he dejado atrás una mañana de sol radiante en Madrid. Con sus calles ambientadas. Es Domingo de Pascua de Resurección. Un día muy familiar en la capital. Que las campanas de las iglesias recuerdan constantemente con repiques a gloria. Establecimientos como Lhardy, El Riojano, El Pozo, La Mallorquina, San Onofre y Mira exponen en sus vitrinas monas de Pascua y huevos de chocolate. Apenas hay tráfico. Y los alrededores del Museo están atestados de gente. También dentro. Donde se anuncian dos interesantes novedades para esta primavera. Las Meninas, de Richard Hamilton. Y una obra invitada: Las hijas de Edward Darley Boit, del pintor estadounidense John Singer Sargent. Ambas relacionadas con Velázquez, el maestro sevillano sobre el que pilota gran parte de esta impresionante pinacoteca. Que concentra la mayor colección de obras maestras del mundo por metro cuadrado. Y que alberga el 40% del total de la producción pictórica que nos dejó el autor de Las Hilanderas.
Muy cerca de Las Meninas irrumpe en solitario la obra invitada de Singer Sargent. Que procede del Museo de Bellas Artes de Boston. Delicadamente extraordinaria, da una sensación de instantaneidad detenida. En riguroso orden compositivo -y con un espejo de fondo- aparecen Marie Louise, Florence, Jane y Julia, la más destacada de las cuatro protagonistas. Todas ellas hijas de Edward Darley Boit, un rico abogado bostoniano coleccionista de arte. Obra que Singer Sargent pintó en 1884. Y que guarda relación con Velázquez, a quien visitó en 1879 en el Prado al menos en tres ocasiones, como ha quedado reflejado en el libro de registro de alumnos de aquel año. Y de quien copió Las Meninas a menor escala, con un tratamiento cromático de luces que trasladó cinco años después a Las hijas de Edward Harley Boit, indudablemente su obra de mayor impacto. La infanta Margarita Teresa de Austria tiene en Las Meninas cinco años. Más o menos los mismos que Julia Buit, de cuatro. Ambas comparten mirada hacia el espectador. Y si la infanta aparece rodeada de las dos damiselas, o meninas –María Agustina Sarmiento e Isabel de Velasco-, los enanos Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato (o el propio Velázquez), Julia Buit lo hace en compañía de sus tres hermanas. Que giran en torno a ella. Durante mucho tiempo se creyó que el magnífico retrato individual que también alberga el Prado de la infanta Margarita Teresa -esta vez con nueve años- era obra de Velázquez. Incluso se llegó a decir que fue su última obra, pero se ha demostrado cientificamente que la pintó su yerno y discípulo Juan Bautista Martínez del Mazo. Eso nunca lo supo Joaquín Sorolla, que vio tras esta obra el pincel velazqueño. Y en la que se inspiró en 1901 para pintar La niña María Figueroa vestida de menina. Y en 1906 La actriz María Guerrero como La Dama Boba. Obras que también acoge El Prado en una sala dedicada al pintor valenciano. Pero lejos del determinante don Diego de Velázquez.
Esta visita dominical que le estoy haciendo a la infanta Margarita Teresa en el Prado me lleva de sorpresa en sorpresa. De muy niña, la hija de Felipe IV fue garantizada en matrimonio a su tío Leopoldo, por lo que algunos de sus retratos viajaron a la corte austriaca para que acompañaran al emperador. Por eso el Kunsthistorisches Museum de Viena acoge hoy día entre su colección un retrato de la infanta a sus dos años -vestida de salmón- y otro de azul a los ocho, ambos de Velázquez. En el segundo aparece con guardainfante cubierto con basquiña, muy similar en pose al retrato posterior de su yerno. Y que a simple vista parecen gemelos. En 1957, Picasso se encerró durante cinco meses para pintar sus Meninas. Que plasma sobre formato horizontal -Velázquez lo hizo en vertical-, repartiendo protagonismo entre la infanta y el maestro sevillano. Que aparece plasmado en el lugar original con dos paletas. Pero en proporciones desmesuradas. No sólo hizo una reinterpretación de la obra de Velazquez, sino 48 piezas pictóricas sobre el mismo tema. Que donó al Museo Picasso de Barcelona en 1962. Posterior a las del pintor malagueño son Las Meninas del británico Richard Hamilton, creador del pop art y autor de la cubierta del Álbum blanco, de The Beatles (1968). Con motivo del 90 aniversario del nacimiento de Picasso, Hamilton acudió a la llamada de la Propylaën Verlag, de Berlín, con su propia reinterpretación de la obra. Un aguafuerte con una infanta Margarita Teresa cubista, el mastín reconvertido en minotauro y Nicolasito Pertusato transformado en arlequín. Cinco dibujos y seis pruebas de agua. En una creación tan libre como la anterior, donde Velázquez es sustituido en el lienzo por Picasso. Que no luce la cruz del hábito de la Orden de Santiago. Sino la hoz y el martillo. Esta interpretación personal sobre Las Meninas ocupa una de las salas de la segunda planta de la ampliación del Prado, en el llamado edificio Jerónimos. Donde se expone también el apunte a lapiz azul de la versión picassiana. Y también un preparado a lapiz y tres piezas de estado de Francisco de Goya sobre Las Meninas. Que corresponden a una serie de aguafuertes con sello propio que dibujó en 1778 sobre obras maestras de Velázquez. Coincidiendo con su época de Cartones. Han sido dos horas intensas en el Prado. De una sala a otra. Escalera arriba, escalera abajo. La infanta Margarita Teresa sigue reuniendo gente ante sí allá donde se encuentra. Lo mismo Julia Boit y sus hermanas. En la calle luce aún el sol radiante. Pero ya no repican a gloria las campanas.