Togo es un pequeño país africano, ubicado en el área del Golfo de Guinea, que en los años ochenta le hizo un inmenso favor a España acogiendo a un grupo de terroristas de ETA que hasta entonces residían inpunemente en Francia. Es un país pobre e inestable, pero controlado históricamente por el Ejército, que disfraza su poder a través de un sistema de partidos. Es noticia estos días porque, a partir de mañana, va a dar un paso crucial en materia de derechos civiles al renunciar definitivamente, en sesión solemne de su parlamento, a aplicar la pena de muerte como castigo. Entre los padrinos de la iniciativa figura Rodríguez Zapatero, ya que España es actualmente uno de las principales paises que impulsan en el mudo el abolicionismo de la pena de muerte y, en el menor de los casos, la moratoria internacional.
Dicho y aplaudido esto, y sin detener mi mirada esperanzadora en el resto de los paises del Tercer Mundo que todavía aplican la pena de muerte -59 siguen incluyéndola en su legislación-, no puedo dejar en el tintero algo que destila, cuando menos, falsedad e hipocresía. Me refiero a la enorme contradicción moral que ofrecen los Estados Unidos de América en esta materia. De un lado se precian de ser uno de los paises pioneros en derechos civiles del mundo y de otro nos ofrecen un vergonzoso espectáculo geográfico, a modo de puzzle, con Estados de su federación que aplican la pena capital -generalmente con métodos repugnantes-, la han abolido para siempre o la han declarado inconstitucional. A los que se suma otro grupo de Estados que la lleva en su legislación pero no la aplica.
No voy a referime a Bush, que intentó imponer con argucias legales la pena de muerte en Puerto Rico, prohibida desde 1952 por la constitución local, sino a Obama, el presidente demócrata que, con un nuevo estilo y un mensaje diferente, se ha convertido en la esperanza del cambio no sólo para los estadounidenses sino para gran parte del mundo. Haciendo un recorrido histórico de los posicionamientos de Obama sobre la pena capital llego a la conclusión de que es tan ambiguo como su propio país. Cuando se presentó en 1996 a las elecciones al Senado del Estado de Illinois era moderadamente abolicionista, en 2004 aceptaba la pena de muerte en teoría, aunque era partidario de la moratoria, y actualmente se manifiesta a favor de su aplicación, siempre que lo sea por violación y asesinato de un menor. Según Amnistía Internacional, 2.390 personas -siete cada día- fueron ejecutadas en 2008, la mayoría -el 93% – en sólo cinco paises: cuatro asiáticos, Arabia Saudí, China, Pakistán e Irán, y sólo uno del hemisferio occidental, Estados Unidos, que sumó 37 casos, la mayoría en el Estado de Texas.