La librería Lello & Irmao -también llamada de Chardron– es una de las más bellas del mundo. Está en Oporto, donde también se ubica el Café Majestic, que es otra de las joyas de la ciudad, mundialmente conocida por sus selectos vinos finos. Y bañada en su margen derecha por el Duero, ya en su cercanía al Atlántico. Si nos atenemos a la lista que elaboró el blogger Sean Dodson en The Guardian, Lello & Irmao ocuparía el tercer lugar entre los más destacados establecimientos libreros del Planeta, tras Boekhandel Selexyz Dominicanen, en Maastricht, y el Ateneo Grand Splendid, de Buenos Aires. Pero yo sostengo que es la primera del mundo porque nació como librería. Al contrario que las otras dos. Que primero fueron iglesia -la de Maastricht- y teatro, la de Argentina. Lello & Irmao se inauguró en 1869, pero el edificio que actualmente ocupa, y que es el que le da todo su valor, data de 1906. De coqueta fachada neogótica, que se complementa con detalles modernistas y dos frescos que representan el arte y la ciencia, fue uno de los primeros edificios de Oporto que se levantaron con cemento blanco. Una vidriera a modo de lucernario corona sus dos plantas de galerías -la superior sala de lectura-, que se comunican por una espectacular escalera ciclópea. Y en su planta baja existe una estrecha vía por la que circula una vagoneta de madera destinada al transporte de libros. Que en su mayoría son generalistas, porque no es esta una librería especializada ni tampoco copiosa en volúmenes. Más bien modesta en contenidos. Pero suficiente para quienes deseen leer en portugués. Tanto a autores nacionales como extranjeros.
Lello & Irmao está en la rua dos Carmelitas, muy cerca de la Torre dos Clerigos. Tan de cuento parece que una entonces jovencísima Joannes K. Rowlling (Yate, UK, 1965), creadora de Harry Potter, la tuvo en cuenta para escribir algunas de sus fantásticas historias, ya que durante un tiempo vivió en Oporto como profesora de inglés en una academia de idiomas. De hecho, cuando la Warner llevó al cine a Harry Potter algunas de las secuencias se rodaron entre sus paredes. Esta librería es lo primero que visito cuando acudo a Oporto. Le hago un recorrido breve, buscando siempre a Pessoa, a Eugenio de Andrade, a Sophia de Melo. O ya de nuestros días a Mia Couto, el escritor blanco de Mozambique. Y de allí me dirijo de inmediato al Majestic -de nombre Elite cuando lo abrieron-, pasando en un instante de la fantasía a la nostalgia de los años 20, ya que aquel es un café de rebosante historia que transporta a los tiempos coloniales de Portugal. África, también Macao. Y en especial a esta ciudad mercantil del norte, tan inglesa como Jerez. Por esos de los vinos. Situado en la rua de Santa Catarina, en el Majestic todo es solemne. Fue de los primeros cafés portugueses que permitieron la entrada a las mujeres, que solían acudir por las tardes a tomar el té a la manera inglesa. Abrió sus puertas años después que Lello & Irmao, allá por 1921, pero ambos establecimientos vienen viajando unidos a través de todos estos años, de manera que forman una pareja perfecta, además de ser símbolos inconfundibles de la majestuosidad de Oporto. Por sus mesas de mármol pasó también la joven profesora Rowlling, como años antes un selecto grupo de políticos, escritores y artistas que dieron soporte en Oporto a la Revolución del 25 de abril. De extraordinaria belleza interior, con paredes de las que sobresalen grandes espejos de Amberes enmarcados en madera noble, su entrada es extraordinariamente elegante. Señorial, diría yo. En línea arquitectónica con otros comercios de Santa Catarina. Reis Filhos, Vincent, A Pérola do Bolhâo. Y en contraste con tiendas populares, como Casa Oriental, con sus bacalaos secos colgados, sus cremosos queijos da serra, sus escogidas frutas de temporada.
Yo en el Majestic suelo tomar el segundo café del día, que si es momento de apetito acompaño con unas rebanadas de huevo revuelto, que es especialidad. O con bizcochos. Echando un vistazo al periódico local Jornal de Notícias. A los de Oporto le llaman tripeiros, porque cuando la conquista de Ceuta la ciudad se desprendió de toda la carne de la que se abastecía para que sirviera de alimento a las tropas de Juan I, quedándose sólo aquí las tripas para consumo de la población. Oporto es una ciudad de calles empedradas, pero también de puentes, dos de los cuales fueron levantados por Théophile Seiring, socio de Eiffel. El de María Pía, ya en desuso, y el de Luis I, que es una de sus principales postales urbanas. Pero esta es una ciudad de vinos. Con más de cien bodegas, gran parte de ellas situadas en Vilanova de Gaia, una de sus freguesías. Los ingleses hicieron famosos estos vinos en el siglo XVII cuando sus guerras con Francia. Muchas bodegas llevan firma inglesa, como Sandeman, Burmesters, Grahams, Cockburn, Taylors, Offley. Otras llevan sello portugués. Ferreira, Fonseca, Barros, Calem, Rozès, Real Compahia Vella. El oporto es de los llamados vinos fortificados, de sabor dulzón, elaborado con uvas del Alto Douro. Una cofradía creada en los ochenta para su promoción los ha emparentado al infante don Henrique, hijo de Juan I. También príncipe de Sagres. Llamado el Navegante por sus expediciones marítimas. Así que los cofrades visten de su época, se reunen en capítulos y organizan fiestas de gran colorido, como la regata anual -cada 24 de junio-de barcos rabelo, que eran las embarcaciones en las que tradicionalmente se transportaba el vino desde la región de Oporto a las bodegas de Vilanova. Ciudad con fuerza fluvial, espacios solemnes, puentes de hierro y vinos viajeros, concentra en su Ribeira a un conjunto de tabernas tradicionales de cuyos fogones salen platos marineiros de excepcional calidad. Allí, junto a los antiguos muelles del Douro (Duero), me suelo despedir de Oporto. Para volver siempre.