Las hermanas Gerofi [Isabelle e Yvonne] no eran hermanas, sino cuñadas. También eran amantes. Mujeres libres, sin estridencias. Y con ese espíritu impulsaron en 1951 la Librairie-des-Colonnes, fundada en el número 54 del Boulevard Pasteur de Tánger dos años antes por el belga Robert Gerofi, esposo de Isabelle [Doneux, de soltera]. Y profesor del vecino Lycée Regnault, en el 13 de la calle Allal Ben Abdellah, cerca del Hotel Chellah. Esos lugares todavía existen, la librería luciendo historia, ya todo un símbolo. Y el liceo, entregado a conservar la lengua francesa. En el mismo edificio de siempre, centenario [fundado en 1913], pero renovado en 2017. Frecuento esos rincones en mis visitas a Tánger, el alcuzcuz de El Dorado tras la oración del viernes. Un martini a mediodía en el bar del Rembrandt. Y el té con yerbabuena del Café Roxi al atardecer. Madini, perfumes orientales. Rahmouni, dulces marroquíes. Las Campanas, café recién tostado con la garantía Carrión. Recientemente me invitó a tomar un borgoña en su casa Rachel Muyal, que reemplazó a las Gerofi al frente la librería, regentándola durante 25 años, hasta 1998. Desde la ventana de su casa, justo frente a la librería, se divisa el boulevard. Y su diversidad a modo de ruido. Pero también late la historia de Marruecos desde su independencia, con revueltas y golpes de estado fallidos. Desafíos y venganzas. Y un doble intento de matar al anterior rey [Hassan II, 1971 y 1972] por generales y oficiales descontentos. Muyal, mujer profundamente marroquí, de confesión judía, testigo y alma de un tiempo que se agota, se muestra prudente ante la llamada Generación Beat, grupo de poetas, escritores y músicos de diferentes lugares de Estados Unidos que encontró en Tánger en los años 50 un paraíso permisivo para saciar sus vicios. Escribir para el exterior. Y vivir cómodamente. Tal vez la Generacion Beat no habría ido más allá de su constitución como movimiento literario transgresor, y afín a la Columbia University, sin el orientalismo que le aportaba esta ciudad occidental. ¿Qué sería del narrador Bowles [Paul] sin Tánger? Pues sus principales novelas están ambientadas en este enclave norteafricano. Fue el primero del movimiento en establecerse [1947], atrayendo a otros escritores, en su mayoría drogadictos o alcohólicos, como Williams S. Burroughs, nacido para sufrir. O Jack Kerouac, padre del movimiento. Bowles, que había conocido Tánger como músico en 1931, se estableció entre sus blancos alminares y verdes palmerales para siempre, en principio con su esposa, la también escritora y dramaturga Jane Auer [de origen judío], coja, alcohólica y bisexual, fallecida en una clínica de Málaga en 1973 a consecuencia de una dolencia cerebral. Jane murió apenas 26 años antes que su esposo, ausente en ese momento porque ya entonces solo era correspondida en el amor [interesado] por una mora ambiciosa, Amina Bakaila, Cherifa. Considerada la mejor escritora del siglo XX, según Tenesse Williams, los restos de Jane, cabeza de gardenia [Truman Capote dixit], fueron salvados in extremis de ser arrojados a una fosa común. Y reposan con todas las garantías en el cementerio malagueño de San Miguel. Paul, sin embargo, murió anciano [89 años]. Pensando que le llegaba la hora, sugirió a su amigo Abdelouahid Boulaich ser enterrado en el cementerio de los perros [o de los animales] de Tánger, junto al arroyo de los Judíos [Uad el Yudi], entre lápidas y recordatorios de mascotas. Pero no fue así. Y, tras ser repatriados sus restos, reposan desde 1999 junto a los de sus padres, cerca de Nueva York. Rachel Muyal combina el borgoña con pistachos. Y encadena sus recuerdos uno a uno, siempre amables. No hay una mala palabra, tampoco un reproche. Mucha bondad, también mucha sabiduría. En su única obra, un libro de bolsillo titulado Mis años en la Librairie-des-Colonnes, revela que sustituir a las hermanas Gerofi -las damas Gerofi, según ella- no fue fácil. Y las define como maestras y guías irremplazables. “El oficio de librero exige una disponibilidad total y un profundo amor a la literatura. Me atrevería a decir que es un sacerdocio”, sentencia. Y evoca: “Marguerite Youcernar me hizo palpitar el corazón cuando la reconocí cruzando el umbral de Les Colonnes. Se dirigió directamente a la sección Islam y se hizo con una considerable cantidad de libros que pidió le fueran enviados al Hotel Minzah. Obra del azar, y mucho antes de que las nombraran académicas, yo había compuesto un escaparate dedicado exclusivamente a mujeres escritoras, exponiendo todas sus obras y fotos. Marguerite Youcernar y Assia Djerba estaban una junto a la otra”. Djerba [1936-2015], seudónimo literario de la escritora argelina Fatema Zohra Imalayen, ocupó el sillón número 5 de la Academia Francesa de las Letras. Youcernar [1907-1987], nacida belga, fue la primera mujer que ingresó en tan selecto templo [La Coupole], ni más ni menos que en 1980, 346 años después de su constitución. Fue recibida a regañadientes por parte de algunos académicos, llamados también inmortales. Pero la autora de Memorias de Adriano no tuvo reparos en su discurso de ingreso. Y, vestida de Yves Saint-Laurent, ridiculizó a aquellos inmortales, calificándolos de misóginos payasos. Años después, Pierre Bergé, amante y principal apoyo de Saint-Laurent, compraba la Librairie-des-Colonnes, promoviendo una nueva etapa. Muyal así lo reseña: “La librería acaba de venderse. El nuevo propietario no es ni más ni menos que Pierre Bergé. Estamos en 2010 y, desde mi ventana, he podido asistir a la mudanza de las últimas estanterías y libros antes de que empiecen las obras”. A la caída del sol, el ruido del boulevard es vibrante. En la Boulangerie de la Grand Poste se forman filas para comprar el pan. Y en el expositor de la Librarie-des-Colonnes dos premios Gongourt comparten espacio, Tahar Ben Jelloun [1987] y Lëila Slimani [2016]. Enfrente, en lo alto de un edificio blanco con un viejo conserje sin reloj, la ventana de Muyal permanece abierta. [Memorias de un navegante, 1].
Ilustración: Fotografía extraída de la web Made in Tanger.