Camino inglés

Salgo del Hotel Reina Cristina de Algeciras para Gibraltar, a donde acudo a un encuentro informal de su ministro principal Fabian (Raymond) Picardo con un grupo de periodistas desplazados desde Madrid. En esta parte suroriental de la provincia de Cádiz el viento de poniente es caluroso. Y se nota. La ciudad de Algeciras está en feria. Y también se nota, porque la actividad comercial se encuentra bajo mínimos. El mercado de abastos (o plaza) al menos no ha modificado su horario habitual de mañana, pero los bancos han supendido sus actividades a mediodía. Y muchos comercios (y bares) tan siquiera han abierto sus puertas. Cuando una población andaluza entra en feria la vida ciudadana se altera. Porque el grueso de su población se traslada al real, entre copas de manzanilla, fritos, embutidos, quesos, gambas y muchos decibelios. Esto es así cada año. El mercado de Algeciras lleva el nombre del ingeniero Eduardo Torroja (abuelo de la cantante de Mecano) porque fue el quién lo diseñó. Es un espacio octogonal de estilo racionalista. Y durante treinta años pudo presumir de cúpula porque llegó a ser la más grande del mundo. Hasta que se construyó el Reliant Astrodome de Houston (Texas) en 1965. Pero en el Astrodome de Houston se disputan encuentros de futbol americano (o de beisbol), además de combates de boxeo y de lucha libre. Y en la plaza de Algeciras se pregonan las últimas naranjas de temporada del Tesorillo, los primeros tomates de las huertas de El Rinconcillo y las verduras y hortalizas de Conil. Las pescaderías exhiben marrajos del Estrecho y besugos de la pinta frescos, además boquerores, jureles y piezas de atún también frescos. Hay conchafina. E incluso carne de toro de lidia. Y queso de cabra payoya de Villaluenga del Rosario. Que se ofrece en competencia con el de Alcalá de los Gazules, premiado en este año en curso. El aroma a café (y el olor a churros) inunda los aledaños de la plaza. Donde se encuentran los puestos de especies, algunos a cargo de mujeres originarias de la montaña de Tánger. Algeciras no existía como ciudad antes de la toma de Gibraltar por los ingleses. Y fue constituida como tal en 1775 junto a Los Barrios para dar cabida a los excedentes de refugiados de la ya poblada San Roque. Que fue fundada en 1706 para albergar a los primeros gribraltareños en el exilio.

El Hotel Reina Cristina es una joya victoriana en la bahía de Algeciras. Como también es una joya (aunque colonial) el Rock Hotel de Gibraltar, donde hemos quedado a cenar con Picardo y su esposa Justine. En tiempos difíciles Algeciras y Gibraltar se comunicaban a través de palomas mensajeras. Que incluso fueron utilizadas siglos atrás durante la dominación árabe de la comarca. La actual plaza de toros de Algeciras -que se ubica en la parte alta del recinto ferial- se llama Las Palomas porque allí había un destacamento militar que adiestraba a este tipo de aves para sus comunicaciones. Julio Cesar utilizaba palomas mensajeras para dar cuenta de sus victorias al Senado de Roma. Y una paloma mensajera fue la que trasladó a Londres la noticia de la derrota de Napoleón en Waterloo, lo que hizo posible que el jueves 22 de junio de 1815 -cuatro días después-  la anunciara The Times en su edición matinal para conocimiento de la ciudadanía. Desde 2005 el Ejército español carece de palomas mensajeras pués ese año canceló la última unidad de sus sección colombófila tras 130 años en activo. La paloma representa la paz, pero hasta el último momento el Ejército español la incluía entre sus transmisiones estratégicas, aunque cada vez más inadecuada para las exigencias de la defensa nacional de hoy. Entre Algeciras y Gibraltar discurre un camino literario, pero es muy inglés. El Reina Cristina debe su nombre a la madre de Alfonso XIII. Y está unido a la llegada del ferrocarril a la comarca. Cuyo trazado desde Bobadilla, y a través de Ronda, fue encomendado por el Gobierno español de la época a la compañía británica Henderson Administration, al frente de la cual se encontraba Alexander Henderson, filántropo inglés investido lord por Eduardo VII. Henderson se hospedaba en Algeciras mientras se realizaban las obras ferroviarias. Y le gustó tanto la región que mandó construir dos hoteles de características similares en Algeciras y Ronda, este último el Reina Victoria. El Cristina fue inaugurado en 1901, pero sufrió un grave incendio en 1928 al que pudo sobrevivir. Por este hotel han pasado Alfonso XIII, el sultán de Johor, Franklin D. Rooselvet, Petén, las reinas María José de Italia e Isabel de Belgica, De Gaulle, Orson Welles, Juan Belmonte, Ava Gardner y Rock Hudson, entre otros. Pero su presencia en la historia se debe a la Conferencia de Algeciras que de enero a abril de 1906 se desarrolló en sus salones. Y mediante la cual las grandes potencias determinaron la repartición de Marruecos en protectorados administrados por Francia y España. Entre los observadores que frecuentaron los pasillos del Cristina se encontraba un joven británico llamado Winston Churchill, que compaginaba entonces el periodismo con la política.

El Rock Hotel no tiene la antigüedad ni los salones victorianos del Cristina, pero dispone de una magnífica ubicación en la montaña con vistas a la bahía de Algeciras. Es un hermoso establecimiento de estilo colonial, con detalles andaluces y norteafricanos que fundó en 1932 John Crichton-Stuart, V marqués de Bute. Y amigo de la familia Larios. En el Rock Hotel se alojó también Churchill, además de los actores Errol Flynn, Anna Neagle y John Mills, entre otros. Británicos y españoles llevan muchos años discutiendo sobre Gibraltar, publicamente y de forma secreta. Churchill se la pegó a Franco, que ingenuamente creyó -con el XVII duque de Alba de embajador en Londrés- que aquel se había comprometido en 1941 a devolver Gibraltar a cambio de  la supuesta neutralidad de España en la II Guerra. Pero recientemente la desclasificación de algunos documentos del Foreing Office ha puesto al descubierto que no hubo nada de aquello. El contecioso de Gibraltar fue aireado por el regimen de Franco en diferentes ocasiones para tapar problemas internos. Y ahora el Rey viaja a Algeciras de uniforme para hacerse una fotografía con la Guardia Civil en medio de nuevos problemas con tintes más patrioteros que de otro género. Porque el tema de la pesquería en el pequeño caladero comarcal. Las zodiac de la Royal Navy. El espléndido buque Río Segura de la sección naval de la Benemérita. El paso por el Peñón en viaje de bodas de los condes de Wassex. El jubileo de la Reina. Y el ardor guerrero que le pone el PP al contencioso. Pueden que estén en la agenda del rey de España. Pero no en la agenda del dolido pueblo español que se desayuna todos los días noticias desastrosas sobre su economía doméstica. Y asiste pávido al deterioro de la finanza nacional cuando no teme por su puesto de trabajo. O porque sus ahorros se evaporen con la quiebra de algún banco mal gestionado. Hoy existen 4.300 españoles con empleo fijo en Gibraltar. Y unos 7.000 restantes que realizan otros trabajos por carecer de ellos en el lado español de la verja, además de un número indeterminado que saca rentabilidad al trasiego fronterizo. El Campo de Gibraltar es una de las zonas más deprimidas de España. Pese a Sotogrande, una de las urbanizaciones más exclusivas de este país en las que se practican deportes muy ingleses. Polo, cricket y golf, este último con cinco campos. Entre ellos el célebre Valderrama. Pablo Larios Sánchez de Piña, marqués consorte de Marzales, y su amigo el marqués de Bute organizaban en los años 20 desde el Royal Calpe Hunt cazas de zorro al más puro estilo inglés. Con jaurías de beagles (e incluso de terriers) seguidas por la caballería al uso galopando por los montes de Los Barrios a la llamada del corneta. Y creyendo encontrarse en el mismísimo condado de Devon. Tambien fomentaban las carreras de caballos desde el Calpe Turf Club, con un hipódromo con boxes individuales al más puro estilo inglés. Mientras tanto los parientes malagueños de Larios elaboraban un destilado local que se convertía en la marca de ginebra nacional de más venta en España. Entre el Hotel Reina Cristina y el Rock Hotel discurre un camino literario, pero es muy inglés. Si no fuera por el encuentro con Picardo y su esposa Justine -que ha sido muy agradable-, hubiera hecho este camino a la inversa. Porque Lorca estuvo en el Cristina en 1934 con su amigo Rafael Rodríguez Rapún. El aroma a café (y el olor a churros) inunda los aledaños del mercado de Algeciras. Y en su interior compiten en quesos la cabra payoya con la de Alcalá de los Gazules. Que es también payoya. Hay besugos de la pinta frescos. Marrajos, boquerones, jureles e incluso conchafina. Y los bancos cierran a mediodía porque la ciudad está en feria.