Yucatán es tierra maya. Ubicada en la península de su mismo nombre acoge tres estados de los 31 que configuran la República mexicana. Yucatán, Quintana Roo y Campeche. También comprende Belice y parte de Guatemala. Los primeros españoles llegaron allí accidentalmente en 1511, pero de manera desafortunada. Trágica. Víctimas del naufragio por huracán de una nao llamada Santa Lucía que viajaba de la costas del Darién a la isla de La Española. También de un mal presagio, cuando sobre la cubierta empezaron a saltar peces voladores anunciando la violencia del temporal. Los supervivientes se agruparon en un pequeño batel. Que navegaba a la deriva. Carecían de víveres. De agua. Martirizados por el sol. En la embarcación había heridos, cuya sangre alertaba a los tiburones. Unos mueren por falta de cuidados. Otros de inanición. El resto abrasados por el sol. De los quince ocupantes sólo llegan a tierra ocho, dos de ellos mujeres. Después de alimentarse con restos humanos, con sangre. Pero allí no acaba el horror. Son capturados por los indios cocones, irritados porque uno de los naúfragos -el capitán Juan de Valdivia- se defiende con su espada. Cuatro son sacrificados para prácticas caníbales, entre ellos el agresor. Y el resto logra escapar, cayendo en manos de una tribu rival -los xiúes– , donde acaban como esclavos. Allí pasan años, hasta que Hernán Cortés -emprendida la conquista de México- inicia su rescate. Pero se lleva una sorpresa.
De los cuatro que escaparon de los cocones, sólo sobrevivieron dos. Un religioso, Gerónimo de Aguilar, y un aventurero nacido en Palos de la Frontera (Huelva) llamado Gonzalo Guerrero. Dicen que la castidad de Aguilar los separó, porque Guerrero -que había sido arcabucero en la toma de Granada– fue introduciéndose con astucia entre los mayas, enseñándoles tácticas de guerra por ellos hasta entonces desconocidas. Un día acompañaba a un jefe guerrero por la selva cuando percibió que un caimán procedía a atacarle. En vez de huir, dio muerte al caimán, salvando la vida de su jefe, que era a la vez su amo. Aquello le devolvió la libertad, convirtiéndose en un maya más, que pronto destacó por su extraordinario conocimiento en la estrategia, valentía y dotes guerreras. Obtuvo sonadas victorias frente a tribus rivales. Y, aclamado por su nuevo pueblo, tomó por esposa a una princesa llamada Zaqzil Há, que le dio seis hijos, tres fallecidos prematuramente. El de Palos adoptó las características físicas de los mayas, sometiéndose a tatuajes y mutaciones físicas en la cara y orejas. Abrazando con pasión ritos y costumbres. Tras varios escarceos diplomáticos, adelantados de Cortés se hicieron con aquellos dos españoles, de quienes los indios habían ya creado leyenda por sus pobladas barbas. Aguilar retornó con los conquistadores, llegando a ser empleado por el propio Cortés como intérprete. Mano a mano con Malinche. Guerrero optó por continuar al lado de los indios.
Aquel reencuentro precedió a la conquista de Yucatán, cuyos pobladores hasta entonces habían resistido con hábil suerte a los españoles. En ello tuvo que ver mucho Guerrero, ya cacique maya, que adiestró a sus indios para esquivar caballos y sortear armas de fuego, haciéndolos invencibles. El enfrentamiento fue inevitable. Cuando ya Francisco de Montejo inicia la campaña que incorporaría estas tierras a Castilla, Guerrero estaba en el otro lado. Luchando contra sus antiguos compatriotas. Convencido de su nueva identidad. Pero un día fue sorprendido. Ya en 1536. Cuando asistía a otro jefe maya contra los españoles en Río Ulúa, en tierras hondureñas. Un ballestero a las órdenes del capitán Lorenzo de Godoy atravesó su vientre con una flecha. Y un disparo de arcabuz -el mismo arma que manejó en Granada- lo dejó moribundo. Rescatado del campo de batalla, murió bajo un palmeral, rodeado de sus indios. Que lanzaron su cuerpo al río para que lo devolviera al océano que años antes lo arrastró al país de los mayas. Guerrero creó un mito. Traidor para los españoles, sufrió -ya muerto- los recelos de Aguilar, que lo describió como una renegado de Dios, un converso maldito que se enfrentó a sus hermanos. México -tras la independencia-, empezó a recuperar para su historia valores del pasado. Y encontró un sitio de honor para Gonzalo Guerrero, al que considera padre del mestizaje. Por sus descendientes vivos. Mucho antes de que naciera el malogrado Martín, hijo de Cortés y Malinche. Aquel que fue paje de Felipe II. Hoy Guerrero da nombre a una laguna en Yucatán. El himno de Quintana Roo pone letra a su amor con la princesa Zaqzil Há. Y en Akumal y Chetumal existen estatuas levantadas en su honor. Lo mismo en Mérida, paradójicamente en el Paseo de Montejo. Los vástagos mestizos de aquel antiguo arcabucero recibieron nombres cristianos. Que alternaron con los de su mitad maya. Gonzalo (Nomtutum) y Juan (Hamsz Ch). Y la única mujer, Rosario (Zacnicte). Al contrario que sus dos hermanos, nació blanca, con ojos claros y pelo rubio. Lo que en México llaman güera.