Mincing Lane es una calle del centro financiero de Londres próxima a la ribera norte del Támesis. Por su trazado me recuerda a las que desembocan en el puerto de Cádiz desde la calle de San Francisco. Debió ser aquel lugar próximo al río un importante centro comercial en el Siglo XVIII. Como lo fue esta parte de Cádiz en los años de la Ilustración y el comercio con Ultramar y Europa. Una de estas calles -hoy Rubio y Díaz– se llamaba otrora del Correo. Por encontrarse allí tales dependencias. Y otra -ahora Doctor Ramón y Cajal-, de la Aduana Vieja, también por lo mismo. Son calles próximas al Convento de San Agustín. Donde los cargadores de Indias de la llamada Nación vizcaína poseían capilla propia. El mismo convento lo delata al conservar aún en su interior los escudos de las tres provincias vascongadas y el del Reino de Navarra. En una de esas calles, y en un edificio indeterminado próximo a la vieja aduana, habían fijado su residencia los Errecarte, porque ese lugar del caserío gaditano próximo al convento de San Agustín era el que elegían las familias vasconavarras para agruparse a modo de colonia. Y porque también por allí se encontraban edificios amplios con profundas bodegas capaces de albergar los principales almacenes de mercancías de la ciudad. Entre los vizcaínos que tenían en este lugar su residencia se encontraban los Cadalso (del autor de Cartas Marruecas) y sus parientes los Jarabeitia, socios de los Errecarte y amigos de Sebastián Martínez. El comerciante gaditano nacido en La Rioja de quien nos quedan un magnífico cuadro de Goya que se exhibe en el Museo Metropolitano de Nueva York y otro de un autor desconocido que estuvo durante un tiempo en poder de la firma vinatera inglesa John Harveys e hijos de Bristol, aunque con sucursal en Jerez. Hasta principios del siglo XX esta parte de Cádiz estaba separada del mar por la muralla norte de la ciudad. A la que se accedía por una puerta marítima llamada de Sevilla, que era la más cercana a la vieja aduana. Pero cuando se produjo el derribo de aquellas defensas, las calles quedaron al descubierto frente a muelles y estradas. Los Errecarte procedían de Bilbao. Y formaban parte de una saga de hábiles pilotos navales, reconvertidos después en cargadores de Indias. La familia de María Felipa de Errecarte y Odobraque, esposa de Martínez, llegó a situar en la Casa de Contratación a uno de sus miembros (José Tomás de Errecarte) como oficial mayor de contaduría. Pero al perder la ciudad el monopolio comercial con las colonias (y fallecida María Felipa a los seis años de casada) desaparecieron de Cádiz. Retornando unos a Vizcaya e instalándose otros en el Virreinato de La Plata.
Los esponsales de María Felipa con Martínez no fueron del gusto de su familia política. Pero la visión comercial del riojano -que supo sustituir a tiempo el mercado inglés por la Casa de Contratación- cambió aquel parecer. Cuando contaba sólo 27 años, Martínez se había hecho ya con el negocio de los Errecarte y disponía de lo que habían sido sus bienes y propiedades. El éxito consistió en trasladar el comercio naviero hacia puertos como Bristol y Brest, con rutas cortas y menos arriesgadas que la Carrera de Indias. Primero distribuyó a granel vinos de Jerez de sus propias bodegas en El Puerto y Sanlúcar de Barrameda, pero después añadió el tabaco elaborado a sus mercancías habida cuenta de que en la segundad mitad del XVIII fumar empezaba a ser moda entre la sociedad europea más refinada. Da gusto pasear por esta ciudad con el apunte histórico aprendido. Y disfrutando del trazado original de sus calles (y de muchos de sus edificios), lo que permite recrear la historia en su propio escenario real. E incluso llegar a sentir (al tocar los muros de piedra ostionera de las casas de la época) lo importante que fue aquella seda ilustrada. En las noches de verano estas calles están practicamente vacías. Y tenuamente alumbradas por farolas de pared. Ocurre lo mismo en Mincing Lane cuando echan el cierre sus múltiples oficinas. Por allí cerca está la Lloyds. Lo que me recuerda que en estas calles de Cádiz (y alrededores) había hasta hace muy pocos años escritorios de seguros, navieras, consignatarios de buques, cosarios y agencias marítimas. El negocio del mar, en suma. Que en Cádiz existe desde tiempos remotos. Pero que en el XVIII tuvieron su mejor momento. Cuando las colonias de Ultramar hacían trasacciones comerciales con Cádiz. Y Cádiz con los principales puertos y ciudades de Europa. Al carecer de hijos varones (sólo le sobrevivieron dos hijas), Sebastián Martínez mandó llamar desde La Rioja a la capital gaditana a su sobrino (y ahijado) Sebastián González Martínez, todavía niño. Le instruyó en los negocios, le educó de manera refinada y le apuró a aprender las reglas de comercio y el idioma inglés. Cuando lo creyó formado -cumplido ya los 17 años-, lo envió a Londres con la misión de que se incorporara a la Casa Martínez & Martínez. Que había establecido años antes con su socio Juan Manuel Martínez de la Quadra (de origen vizcaino) en Mincing Lane, porque en aquella calle se encontraba el centro del comercio del te y de las especies. Y porque también allí estaba emplazada la Compañía de las Indias Orientales, que ejercía el monopolio comercial con los puertos de Asia. Martínez & Martínez se inició distribuyendo en Inglaterra y sus colonias los vinos de Jerez, incorporó después los de Oporto y más tarde añadió a sus trasacciones el comercio del tabaco. Hasta el punto de proveer de cigarros habanos a los selectos (y exclusivos) clubes londinenses, entre ellos la Royal Society.
El calor está haciendo estragos en este segundo día que he elegido para pasear por la capital gaditana. El levante no es del todo violento, pero sí molesto. Llego a la conclusión de que Martínez -sin ser inglés- tenía más poder comercial en Londres que en Cádiz. E hizo un viaje a la inversa del que efectuaban las familias extranjeras interesadas por el negocio bodeguero de la bahía gaditana. Mientras Thomas Osborne Mann montaba sus oficinas comerciales en Cádiz. Los Gordon parientes de Byron hacían lo mismo en Jerez. Y la firma Juan Hauries y sobrinos (franceses) sembraban las simientes de lo que sería después Domecq. La Casa Martínez & Martínez se establecía con todas las garantías como distribuidor de vinos en Londres. El precursor fallece a los 53 años en Madrid tras haber formado parte del consejo real de Hacienda Pública. Y es entonces cuando su sobrino Sebastián González Martínez lo sustituye en las riendas del negocio inglés, haciéndose años después con la parte del socio Martínez de la Quadra (fallecido también) tras casarse con su viuda, Jane Gobbett, diecinueve años mayor que él. Hábil y previsor, González estudia el consumo de vinos generosos por parte de la sociedad inglesa, evalúa los riesgos de competitividad que se presentan con los criadores de vinos que se están estableciendo progresivamente en Cádiz y decide crear su propio lobby en Londres arrimándose a lo mejor de su sociedad. Mantiene comercialmente el apellido de su tío en el sello de los toneles y etiqueta igualmente con el nombre de la firma la producción embotellada. No deja de distribuir los vinos de Jerez, pero observa que los de Oporto le allanan mejor el camino. Y en 1822 se asocia con John Peter Gassiot (1), un excentrico socio de la Royal Society amigo personal del físico Michael Faraday, descubridor de la inducción magnética. Creando Martínez & Gassiot , con sede en Londres y bodegas en Vilanova de Gaia. Cuyo reclamo principal es la marca Martínez. Que empieza a dar nombre a los mejores vintages de Oporto, convirtiéndose la sociedad pocos años después en la mayor distribuidora de estos vinos en Inglaterra. Martínez es hoy la marca de un excelente vino fino que comercializa la familia Symington. Cuando los fundadores se retiraron del negocio, la firma pasó primero a manos de John Harveys y después a las de Allied Domecq. Pero los Symington han reactivado la bodega y Martínez -el amigo que acogió a Goya en su casa de Cádiz cuando cayó enfermo- sigue estando vivo como referente de una compañía que controla la tercera parte de las ventas mundiales de los vinos de Oporto. La noche ha avanzado deprisa. Y Cádiz duerme ya con las ventanas de sus cierros y balcones al descubierto. Sólo el riel de una persiana mal sujeta va midiendo con ruido la fuerza del viento de levante. Que no es del todo violento, pero sí molesto.
(1) Un hijo de John Peter Gassiot, también de nombre John Peter Gassiot (y Scott), se casa bien entrado el siglo XIX con Manuela Moreno de Mora y Vitón, hija y hermana a su vez de comerciantes gaditanos con propiedades vinateras y negocios con Inglaterra.
(Fin)