Nela era una vecina de barrio que se asomaba todas las tardes a la ventana para enseñarme las tetas. Luego me sacaba la lengua. Y se reía. Así que me hice adolescente con ese erótico suplicio. Un día ví que abandonaba el barrio agarrada al brazo de su madre. Mientras el padre, que era churrero, caminaba detrás con dos grandes maletas. Y una mochila militar a la espalda. Ya no la vi más, hasta que treinta años después me la encontré en Bilbao. Trabajaba como ertzaina.
–Tu eres Nela, verdad?, le dije.
– Yo soy Lola, mamón. Quién te crees que eres para saltarte un semáforo en rojo, me contestó.
–Oye, perdona, que yo no me he saltado ningún semáforo.
–Sí, que yo lo he visto.
–Y además estás piripi.
–Pero si yo no bebo, Nela. O Lola, perdón. Tengo azúcar. La tensión alta. Y me van a operar de cataratas.
–Que tendrán que ver las cataratas con el vinillo!, exclamó.
Aquella conversación derivó en lo absurdo. Mi coche estaba en medio de la calzada. Y una asonada de bocinas desesperadas pedía paso al tiempo que se oían tambores africanos de guerra. Pero a la bilbaína.
–Quítate de en medio, cabrón, gritaba uno.
–Guarra, decía otro.
–Pero que rechula que es esta agente, le escuché a un cachondo que se hizo pasar por mexicano.
–Kanpora, remató un listillo.
Ya me lo había dicho mi amigo Josu. Los ertzainas están muy mal acostumbrados. Y se atribuyen competencias municipales (y de tráfico en las ciudades) que no le corresponden. Ojo con la Plaza Moyúa. Están al acecho.
–A ver, los papeles del seguro!
–Pero no quieres que te muestre antes el carné de conducir?
–Que no, joder. Primero el seguro.
Mientras buscaba el documento, Nela se ajustó la txapela. Y se recogió su rubio pelo. Expulsó un chicle de la boca. Y con una barra de carmín se pintó los labios utilizando como espejo el retrovisor.
–Quién te gusta más: La Nela? O la Lola?
–Las dos.
–Pero qué cabrón que eres, me respondió. Eres muy chulo también, sabes? O sea, que te gustan de dos en dos.
–Es que...
–Yo soy Lola la Potxola. Única entre las únicas. Y a mi no me comparte nadie.
Me asusté mucho, porque llevaba porra. Y una pistola al cinto. Lo de Lola la Potxola me sonó a Lola de España. Pero como estaba en Bilbao no quise decirlo en alto. Ni tampoco sustituir España por La Roja. Porque no me iba a entender. Así que preferí guardar silencio, no sin antes escuchar su amenaza:
–Y La Potxola cuando multa es que multa de verdad.
Desconocía las intenciones de Nela. O Lola, perdón. Que estaba preciosa con su anorak de calle. Tan rojo como el percal de una muleta. Y sin chaleco antibalas. La porra al cinto. La pistola. Y el distintivo de agente 1º deslizándose sobre su pecho izquierdo. Llevaba un reloj de National Geographic. Y en la otra muñeca una pulserita chapada en oro de la que pendía una medalla religiosa que me pareció la Virgen de Setefilla. Que es la patrona de Lora del Río. Y que se parece mucho a la Virgen del Rocío, aunque tirando a chinita.
Infeliz de mi, había viajado en automóvil de Madrid a Bilbao cuando lo suyo hubiera sido en un tren Alvia. Con un bocadillo de sobrasada preparado por mi tía Encarnita, que es gallega. Y un termito de café con leche desnatada, también gallega. Pero tenía que pasar por Burgos a por unas morcillas, que no son gallegas. Pero están tan buenas como el lacón. Y aquí estoy en la Plaza Moyúa. Con lo que me gusta la estación de Abando. Y esos trenecitos de cercanías que te llevan. Y te traen. A Muskitz. A Orduña. Y a Santurtzi.
–El seguro lo tienes al corriente de pago, me dijo. Muéstrame ahora tu última nómina.
–Pero es que yo no llevo encima la nómina, le respondí.
–Pues el último recibo de luz.
–Cual prefieres. El de febrero. O el de abril?
–El último, el último…
Qué suerte. Porque cuando viajo me llevo siempre los últimos cinco recibos de luz. Y también los últimos cinco recibos de la Comunidad de Propietarios, además de todos los tickets del supermercado. Y la hipoteca del piso. Porque Hacienda está en todas partes.
–Oye, que en este recibo de la Comunidad de Propietarios te han cobrado de más. Treinta euros por el arreglo de las humedades del vecino del 5º derecha. Y tú vives en el 2º izquierda.
La verdad es que Nela (o Lola, perdón) tenía toda la razón. El administrador me había colado unas humedades del vecino del 5º. Un tal don Ramón, que es músico militar retirado. Y toca ahora el clarinete en la banda de Chinchón. Cuando yo vivía en Cádiz no pasaba eso. Porque había una casera que revisaba siempre las cuentas del administrador antes de que nos entregara el recibo. Paqui Sánchez Nomdedeu se llamaba. Tuvo un novio que se fue a Venezuela. Y esperó con resignación durante más de cincuenta años a que regresara. Nunca más se supo de él.
–Cuando te vas a casar, Paqui?, le preguntábamos los chiquillos.
–El verano que viene. Cuando mi lorito real [por Ramón, su novio] venga de Caracas con sus ahorritos, respondía repitiendo la misma frase año tras año.
Además de ser muy avispada, Nela (o Lola, perdón) me explicó con lógica matemática donde estaba el delito. Había descubierto sin usar sus gafas (y en sólo unos segundos) que mi vivienda estaba en el lado contrario del bloque. Y dos plantas más abajo de las dichosas humedades. Por lo que jamás podría haber sido yo el causante de estas. Así que sentenció:
–Aquí hay una estafa.
Me quedé perplejo, pero a la larga preferí que descubriera que me habían estafado. A que empezara a ponerme multas una detrás de otra. Así que le pedí por favor que me dejara conectar la radio mientras acababa de revisar la documentación que yo le había entregado. Lo de la radio es porque soy un fanático de la música. Y corro el riesgo de entrar en crisis si paso dos horas sin escuchar una canción. La verdad es que me gusta todo tipo de melodías, y a veces fusiono en mi casa a Isabel Pantoja con El Fary. Marinero de luces, torito guapo.
Me miró con mala cara, como de sargento cabreado. Pero obtuve su aprobación. Aunque con limitaciones:
–Nada de flamenco ni hostias, eh? Cuidadito que no escuche yo a la María del Monte esa. Lo más que te dejo llegar es a Sergio Dalma.
Dios existe. Y sé que está siempre ahí cuando lo necesitas. Con la radio me la estaba jugando también. Porque de sus palabras interpreté que tenía gustos muy exigentes. Así que cerré los ojos y dejé el dial a la deriva. Como era digital, fue dando saltos hasta que encontró la emisora que yo creía idónea para la situación:
Buenas tardes. Aquí Radio Burkina Divinaka, estación de Elantxobe. Onda Marítima. Emitiendo en pruebas para Bilbao y ambos márgenes de su ría. Costa vasca hasta Portugalete. Y Castro. Les dejamos con Las Nancys Rubias.
Madre mía la que se armó. Nela (O Lola, perdón) lanzó la txapela al aire. Se desprendió del anorak color rojo percal de muleta con la insignia de agente 1º. Que también lanzó al aire. Y se introdujo en mangas de camisas en el asiento derecho de mi Ford Fiesta. Pero gritando:
–Son las mías, son las mías… Y yo no uso laca.
Mientras sonaba:
Me pongo la peluca./Me pinto un poquito más./Me llaman las amigas./Me pinto en cualquier bar.
–Vámonos, vámonos al exilio, me dijo intentado ocultar su rostro con la palma derecha de la mano tras avistar al ertzaina con el que patrullaba en pareja. Es Patxi de Durango, joder. Pero no nos ha visto.
–Y que va a pasar ahora?, le pregunté.
–Que quiero abdicar.
–Cómo?
Abdicar no, coño. Desertar, que me traen ya loca los periódicos con esa otra palabreja.
–Pero a qué exilio vamos, le pregunté mientras ponía en marcha el vehículo. Y emprendía un simulacro de fuga.
–A Toledo!, sentenció.
No comprendí nada. En un principio, y cuando lanzó al aire la txapela y el anorak con su insignia de agente 1º, pensé que Lola se acababa de transformar en Nela. Y que con la euforia me iba a volver a enseñar sus tetas treinta años después. Pero no. Aquella adolescente era ya una mujer. Y la Academia de Arkaute la había formado selectamente, lo mismo manejando las armas que dominando el pedal de una bicicleta lobular de Orbea. No pudo reeducarla porque es una deslenguada. Hasta el punto que le pegó una hostia a un subcomisario de la Ertzaintza porque le preguntó si se había operado las caderas. Esto me lo contó cuando dejábamos atrás la Plaza Moyúa. Y estábamos a punto de entrar en el parking de El Corte Inglés.
–Para que me traes aquí, macho.
–Para vestirte de blanco, princesa.
–Deja, deja. Que yo soy Lola la Potxola. Nacida en Ceuta, pero recriada en Bilbao. Madre es de Lora. Y padre hacía los mejores churros de toda África. Hasta que se lo llevó un general a Cádiz. Y le puso un puesto de tejeringos junto al Mercado, pero a medias en todo. Luego nos vinimos a Bilbao, hasta que se jubiló como portuario.
Tengo yo que viajar a Bilbao para enterarme que un general del Ejército español se ayudaba económicamente con un puesto de churros. Pero en fin, la vida es una caja de sorpresas. Mientras tanto Las Nancys Locas siguen dándole que te pego. Y al gusto de Nela (o Lola, perdón). Que jalea su cuerpo al compás sobre la tapicería negra del coche. Nancys rubias operadas, nancys rubias maquilladas.
–A ver, explícame eso del blanco, capullo.
–Es que los marineros van de blanco. Y quiero vestirte de generala de Marina para que me lleves en góndola por el Tajo hasta su desembocadura en el estuario del mar de la Paja.
–Tú eres muy cursi, mamón. Y un poco maricón. Quién te crees que eres? La Nancy Anoréxica. O la Nancy Reagan… Anda, llévame de regreso a la Plaza Moyúa. Que esto se ha terminado. Generala de Marina yo! Vaya hostia que te vas a llevar. Ale, ale, que te voy a poner seis multas. Y te voy a encerrar por saltarte un semáforo en rojo .
–Pero yo no me he saltado ningún semáforo.
–Cállate, joder. Que como no te calles te vas a quedar sin ver mis tetas esta noche.
Nancys rubias de promoción./Nancys rubias de Loui Vuiton./Nancys rubias en un avión./Nancys rubias Eurovisión.
Buenas tardes. Aquí Radio Burkina Divinaka, estación de Elantxobe. Onda Marítima. Emitiendo en pruebas para Bilbao y ambos márgenes de su ría. Costa vasca hasta Portugalete. Y Castro. Última hora: El diario El Mundo informa en su edición de hoy que el elefante que mató el Rey en Botsuana tenía 50 años. Tuvo que realizar siete disparos de rifle con munición calibre express 470 para batirlo. Por hoy ponemos fin a nuestras emisiones.